34. 𝚂𝚘𝚢 𝚍𝚎𝚕 𝚕𝚎𝚐𝚊𝚍𝚘 𝚍𝚎 𝚆𝚎𝚒𝚜𝚜

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Cierro la puerta tras dar de comer a mis pájaros y cuando entro en casa, pese a ser verano, noto todo un poco frío pese a estar acompañado. Hiel está un poco molesto porque se siente estafado, Edel culpable por presionarme para crearle una cama, y Noel estresado porque no sabe lo que hacer con todo esto. Supongo que ser el mayor y querer ser el guía es un trabajo difícil de llevar a cabo aunque existan buenos momentos, o quizás lo aguanta porque sabe que es lo correcto para no desviarse de su camino.

Yo sigo haciendo el mío, conforme me muevo entre los pasillos y acaricio los pomos de las puertas. Sé, en parte, lo que tengo que hacer y también sé que no va a ser lo mejor; sin embargo es necesario. Conforme avanzan los días, mi libro me está mostrando todo: Cada mensaje, cada dibujo, cada texto, cada punzada que me provoca al comprender... Tengo que darme prisa, no puedo errar.

Subo al segundo piso y sigo en mi proceso de acariciar los pomos, uno a uno, sin olvidar que la historia de los brujos no tiene un final feliz. Es cruel e injusto; doliente. 

Mientras que en la historia de los lobos la humana es la que muere en el parto y sus vástagos reciben la dualidad de la Diosa, en la de los brujos no es así: La mujer muere en el parto como es lo justo por su engaño, pero en nuestro caso las hijas terminan malditas. La primera hija que fue arrojada al mundo delas bestias, Gelb, fue dotada de una belleza sobrenatural que cazaba corazones cuando sus labios tocaban una piel ajena, lo cual la llevó a embarazarse a una edad muy temprana. A veces obligada a ello; varias veces a lo largo de su vida, aunque siempre mujeres. 

Murió de anciana y considerada una leyenda en nuestro mundo: La mujer más hermosa y fértil del mundo, llegando a engendrar un total de treinta y tres hijas. Ningún hombre. Ningún lobo; todas brujas. Y su maldición fue escampándose como lo haría un veneno en un manantial subterráneo.

La segunda hija, Rott, la que fue lanzada al mundo de la noche con la peculiaridad de que jamás engendraría vida, fue dotada de una atracción a la maternidad insana. Se volvería loca porque un vampiro no puede engendrar vida natural, y por ello la segunda hija también consideró una leyenda, considerándose la primera vampiresa en tener treinta y tres hijas que consideró como familia. Los hombres, para ella, eran asquerosos por lo que sufrió su madre.

Ella fue quemada en su propia casa al no saber que un brujo convertido también podía usar magia, y por ello cometió el error de no saber que una de sus hijas encolerizaría hasta matarlas a todas con fuego por su sed. 

Y llegamos a su tercera y misteriosa hija, la que se supone que nunca existió: Weiss. 

La trataron como una leyenda confusa, porque con el paso de los años se describía la misma historia: Una mujer solitaria, con la piel blanca como el papel y los ojos siempre tristes. Aparecía y desaparecía de las casas donde habían niños, robándoles sus pesadillas para quedárselas ella misma. El vestido azul bebé nunca fue olvidado y los niños afirmaban que sus sueños siempre concluía con una luna azul en el cielo mientras cientos de pájaros volaban.

Pero nadie la encontró y sólo era nombrada con los niños. La llamaron espectro, fantasma, leyenda urbana, sueño, ilusión, mentira. Año tras año, lustro tras lustro, siglo tras siglo. Le dieron el nombre de « Luna Azul » por su vestido y por la marca que dejaba en la mente de los menores. 

Sin embargo, hay algo que no cuentan las historias: Gelb daba la vida, la creaba y por ello vivió más de cien años; Rott no podía darla, así que la quitaba paralizando corazones. Pero Weiss, siempre triste y solitaria, hacía algo que las otras dos hermanas no podían hacer: arrancársela hasta el olvido.

Y yo pertenezco a su legado, lo supe en el primer momento que besé a Noel.

Él provenía del primer lobo que embarazó a esa bruja, la de mi historia.

𝓩 i e l [También en Inkitt]Where stories live. Discover now