6. 𝚃𝚎 𝚎𝚗𝚊𝚖𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚖𝚊𝚜𝚒𝚊𝚍𝚘 𝚛á𝚙𝚒𝚍𝚘

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El libro fue muy claro con su vaticinio: « Pesca un pez y verás al lobo ». Y bueno, pesqué unos cuantos, pero sólo me encontré con Noel comportándose tan raro como siempre, aunque en este caso puedo entenderlo porque había bebido en la fiesta. 

¿A qué sabría el alcohol? Nunca lo he probado porque el olor es demasiado fuerte, incluso la cerveza de los bares de Eureka me avisa de que no debo acercarme demasiado. 

Tuve que pronunciar Schweigen [silenciar] para que no dijera algo de lo que pudiera arrepentirse, pues bien sabía a la perfección que los borrachos eran capaces de hacer muchas cosas extras: declararse delante de todo el mundo sin pensar, ponerse a cantar y desafinar al mismo tiempo para reventarte los tímpanos, arrastrarte hasta algún lugar oculto de los ojos de los demás, confesar secretos que en realidad no quería saber... Era mejor dejarlo callado por un momento no muy pronunciado mientras me largaba para seguir buscando al supuesto lobo.

Y nuevamente apareció ese chico, cayendo desde lo alto de un risco hasta impactar contra el agua. Era un poco pesado, a decir verdad. ¿Por qué tenía que aparecer cuanto menos me interesaba estar cerca de las personas? Sólo pedía un poco de paz, pescar para aprovechar y llenar mi nevera, y disfrutar de la calma de la noche. Me obligó a malgastar dos embrujos más: Nebel [niebla] y Langsamer [ralentizar]. Huir del lugar ya se me estaba haciendo dificultoso por el cansancio acumulado, y cuando conseguí alcanzar mi coche casi me quedo dormido en mi asiento. 

¿Por qué insistía en llegar? ¿Qué quería de mí? Aunque le diera la oportunidad de conocerme terminaría olvidándome como pasaba con todo el mundo, así que seguramente de ahora en adelante lo mejor era ignorarlo y seguir con mi vida como he hecho hasta ahora.


En cuanto salgo por la puerta el sol del domingo por la mañana me golpea directamente en la cara, obligándome levantar el brazo y ver a mis amigos los pájaros dándome los buenos días; aquellos que aún no han tenido la oportunidad de entrar por la ventana y comer parte de su alpiste condimentado. Saludo con la mano en alto y los pájaros se agitan, piando en un mar de sonidos hasta que echan el vuelo, lo que significa algo: Un visitante, algo insólito teniendo en cuenta que nunca tengo visitas.

Mi mirada se aleja de los árboles y cruza parte de mis numerosas plantas colocadas en mi gran jardín que me encargo de cuidar, hasta que mis ojos verdes llegan a la puerta con barrotes. Ahí está el visitante: Un lobo negro, grande y corpulento, sentado a unos pocos metros entre la entrada y mi coche. Mueve su cola de un lado a otro, lo que le da un aspecto afable si no fuera por el problema de que esas criaturas están atadas a los perros y yo no suelo tener una buena relación con ellos. De todos modos, y con algo de duda, doy mis primeros pasos con el cubo del alpiste en una de mis manos, lo que provoca que el lobo se ponga en pie y siga agitando la cola. 

Parece muy suave... pienso mientras lo observo, esperando obtener algún gruñido por su parte. Sonido que no llega, sino que me analiza con aparente interés.

—Así que eras tú quien se colocó en mi casa el otro día —coloqué un brazo en jarra—. ¿Cómo pudiste cruzar si la puerta estaba cerrada y protegida? ¿Cómo subiste a mi habitación?

Por mucho que pregunte, sé que los animales no hablan y juro que esta bestia asilvestrada está comprendiéndome más que los propios pájaros. Mueve sus ojeras, junto al rabo, consiguiendo arrancarme una superficial sonrisa y éste se remueve. Casi parece que sonríe cuando abre la boca y saca la lengua para respirar; adorable.

—¿Tienes hambre? —pregunté con cautela.

El lobo ladea la cabeza y estornuda cuando el suave viento de la carretera polvorienta arroja en su nariz un poco del polvillo. 

𝓩 i e l [También en Inkitt]Where stories live. Discover now