15. 𝙲𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚕 𝚖𝚒𝚎𝚍𝚘 𝚎𝚜 𝚟𝚒𝚜𝚌𝚎𝚛𝚊𝚕

510 60 3
                                    

El pánico es mi segunda piel ahora mismo, mientras embrujo tanto las puertas como las ventanas aunque ellos nunca entren. Siempre vigilan, mas nunca entran. Ahora lo sé. El libro me lo dijo, pese a que sigo guardando ciertas dudas de que algo así exista en la realidad.

Llevaba unos días leyendo en paz hasta que uno de mis pájaros me guio hasta una de las habitaciones. En un principio no pude abrirla, pues en el cerrojo se hallaba un trozo de llave que podría haberse partido tiempo atrás, así que sólo me limité a embrujar la puerta y la respuesta fue la que esperaba: No sirvió para nada. 

Como brujo carezco de fuerza física, pese a no ser demasiado delgado; y, como es obvio, mi punto fuerte es mi magia y la voz. Una afonía es una tortura y si se me hincha la garganta la tristeza que siento es grande, tanto que hasta los pájaros perciben el sentimiento de pena por no poder cantarles ese día. Tampoco es que lo haga especialmente bien, simplemente improviso y a ellos les gusta. Sólo eso importa, pues ellos son mis amigos después de tanto tiempo caminando en soledad como una sombra.

Para la gente, con el paso del tiempo, termino siendo un recuerdo más en su memoria.

No fue hasta un día cualquiera que me pregunté si sería capaz de hacer palanca con algún objeto, pues el mismo pájaro insistía en que abriera esa puerta y ninguna otra más. La última del tercer piso, la que estaba más alejada y abandona de la casa; hasta sentí una punzada de nostalgia, pues así era como me sentía normalmente en mi día a día: abandonado cuando me olvidaban, alejado de poder salir de este agujero de soledad y pena.

Después se abrió la puerta, tras forzarla con un hierro que estaba cerca de la chimenea. Ese día fue un antes y un después en mi vida, porque lo que vi dentro fue demasiado para asimilar en un solo día: libros con una capa de polvo en las estanterías derruidas; un viejo camastro de hierro con un colchón protegido por una tela; fotografías de la familia; joyas familiares dentro de un precioso joyero en forma de nido; un enorme armario rectangular con ropa del tatarabuelo... Y una tonelada de polvo volitando por todos los rincones del habitáculo. 

Agradecí no ser asmático.

Fue en ese instante que ese pájaro me guio entre los muebles, gritando a su manera e insistiendo que reparara en un lugar específico del viejo techo de madera. Por mucho que mirara ahí no había nada, sólo paneles para evitar que las ratas u otros animales se colaran y se comieran lo que estaba dentro de la zona. Sin embargo, cuando se marchó volando pensé que eso significaba que me había hecho caso, mas no fue así: trajo a otros pájaros muchos más grandes y, entre todos, mediante empujones, consiguieron mover uno de los paneles y el libro cayó contra el suelo. Levantó una cortina de polvo, haciéndome toser un rato corto y me acerqué para ojear el libro.

La palabra que casaba al instante era « Viejo ». Era muy, muy viejo, y temí que mis manos fueran lo bastante torpes para que las páginas se transformaran en basura. 

Sentí el corazón acelerarse por la emoción, pues hallar un recuerdo tan antiguo después de muchos años era demasiado dulce para no saborearlo. Las manos me temblaban y sentarme en el viejo camastro fue la peor idea que hubiera tomado: los muelles chirriaron hasta sacudirme los tímpanos y todos los pájaros se marcharon graznando espantados por el estruendo; llenándolo todo de plumas y alguna que otra cagada por el miedo.

Porque así es el miedo, visceral.

Puedes temer al cambio, a las novedades, a rememorar una experiencia traumática, recolectar emociones negativas o ser impactado por un pensamiento intrusivo. Emerge de tus entrañas y se cuela por tu torrente sanguíneo, emponzoñándolo, y te preguntas si realmente estás preparado para adoptar cambios.

Yo también pensé que mi vida iba a ser gris y monótona, aburrida y solitaria.

Hasta que ellos llegaron a mi vida, los Heulen. Tan raros y hermosos como criaturas místicas propias de las leyendas; con sus bellos cuerpos a su manera, sus personalidades —ahora— fluidas como los propios ríos y volátiles del mismo modo que lo hacían los animales con el tiempo. De un año para otro la diferencia de ellos por mí ha sido abrumadora. Pasé de ser un insecto; pequeño e insignificante; a ser la criatura que adoran estudiar desde la distancia. 

𝓩    [También en Inkitt]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin