28. ¿𝙴𝚗 𝚚𝚞é 𝚕𝚊𝚍𝚘 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚌𝚊𝚎𝚛?

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ZIEL

Julio es un mes lleno de cambios, festividades y movimiento; y por lo tanto turistas, ruido y basura. 

Los cambios ya se han realizado días atrás: Hemos conseguido abrir dos de las treinta puertas, encontrándonos un espejo partido por la mitad encima de una cama y dos muñecos (un cuervo y una paloma) dentro de una caja. Pese a mi temor a elegir caminos equivocados sigo rigurosamente las señales de mi libro al pie de la letra. 

La sangre simboliza a la vez que Caín me salvó de ser golpeado con los globos, un recuerdo que no entiendo el por qué lo olvidé. Pero fue posar las yemas de los dedos sobre el cristal y fue como volver a recibir toda la información; dolía, guardaba un pequeño dolor inclinado hacia la soledad y la decepción. Y eso se debe a que no fue la única vez que nos vimos en todos estos años, porque hubieron muchas otras veces, o al menos esa es mi conclusión al hallar vacíos en mi memoria.

Sin embargo, el dolor proviene de aquella vez en la que tenía dieciséis años. Él no había cambiado su físico más allá de su apariencia y la vestimenta, y lo sé porque volvió a salvarme de que me cayera una maceta desde lo alto de una casa. Un golpe. Un simple golpe, como quien azota a una mosca, es lo único que vi en unos momentos para luego encontrar el tarro a la otra punta de la calle destrozado.

No sé de dónde saqué el valor para preguntarle si quería ser mi amigo, pero lo hice. Para mi desgracia no obtuve una respuesta positiva, una que me alegraría después de haber pasado tantos malos momentos: Me observó por un largo rato, en silencio, ayudándome a levantarme para que sólo produjera una simple frase antes de marcharse con calma: « No puedo ser eso ». Me dejó muy confundido esa respuesta, pero sobre todo la frialdad con la que me lo dijo.


El espejo partido por la mitad simboliza la separación de los dos mundos: El sobrenatural del mundano. Es la sensación de soledad que experimenté constantemente, y me hizo tomar decisiones difíciles hasta situarme a la edad de los veintidós años. Al parecer elegí caminos oscuros, lleno de piedras y socavones, pero sobre todo siempre manteniéndome solo como bien me dijeron mis padres. Mi poder es peligroso y juntarme con las personas equivocadas daría un mal uso de él.

Hiel fue el que notó mi cambio de humor cuando toqué el espejo. Lo sostuve con mis manos temblorosas y me apartó a un lado para contarme una pequeña historia, una en la que él se enamoró de un chica cuando era adolescente pero que no pertenecían al mismo mundo. Sufrió cada día por guardar el secreto a solas, hasta que su padre lo pilló intimando con la chica en el bosque y la asustó haciéndole creer que se acercaba una bestia salvaje. Después llegó una charla, una muy densa y llena de advertencias, en la que tuvo que elegir entre dejarla marchar o irse con ella para que los problemas no lo persiguieran por parte de su familia.

No sirvió su buena acción, porque cuando tomó la decisión dos días después con intención de fugarse con ella, la chica ya estaba con otro. Notó cómo su corazón creaba grietas y las lágrimas salían por sí mismas, observando durante unos minutos que su padre tenía razón: Dos mundos distintos nunca pueden volverse uno, por eso a él no le gustaba esa chica. Sólo le dejó que se diera cuenta por sí mismo.

Fue una de las pocas veces que intentó dejarse llevar por sus sentimientos, errando y sufriendo, hasta descubrir que él nunca podría ser amado por una humana normal y corriente. Lloró, se hirió a sí mismo, y se recordó reiteradas veces que los lobos no se juntaban con el ganado. 


En cuanto a los peluches de los pájaros no quise tocarlos. Tenía la sensación de que el mensaje sería demasiado fuerte para mí, y le pedí a Edel que los guardara en mi baúl. No estaba preparado para dejar que mi mente sufriera embestidas a modo de recuerdo, y que mi cuerpo experimentara dolencias de los que a lo mejor no volvería a sanarme.

𝓩 i e l [También en Inkitt]Where stories live. Discover now