23. 𝚁𝚘𝚖𝚙𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘 𝚋𝚊𝚛𝚛𝚎𝚛𝚊𝚜

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Noel

Pese haberle dicho anoche a Ziel algo tan descarado como eso, la realidad fue en parte distinta a la realidad. Por una vez todo lo planeé y me salió bien; quizá demasiado.

La cerveza cara era un modo de que Edel me permitiera dormir con Ziel esa noche, lo cual funcionó perfectamente; el pedirle permiso a mi segundo hermano ya fue una improvisación. Lo que yo quise descubrir era la clase de pesadillas que vivía mi pajarito mientras dormía. Me preocupo por él, por su bienestar.

Pues bien, era necesario dormir desnudo por dos razones: La primera era porque aunque haya metido ropa en mi maleta, no puse la ropa interior (ya que es para nosotros bastante incómoda); y la segunda es que los bóxers limpios de Ziel no me caben o me aprietan demasiado. Hasta el propio chico se puso rojo como un tomate al comprobar que, literalmente, se me marcaba todo sin dejar nada a la imaginación. Así que aceptó.

No hubo sexo esa noche, aunque me muriera de ganas.

Al principio hablamos en la cama, temas mundanos y simples mientras jugaba con sus dedos sin hacer nada extraño. Quise conocerlo bien: ¿Qué estación en su favorita? ¿Cuál es la comida que más disfruta comer? ¿Qué sueños tiene? ¿Cuál es su flor favorita? ¿Qué clase de libros prefiere leer? ¿Cuáles odia? ¿Qué clase de películas disfrutaría ver con nosotros algún día? ¿Qué se le da bien? ¿Qué se le da mal? Entre otras más, casi tirándonos dos horas enteras.

Las respuestas me provocaron un sabor agridulce.

Había algo en cada palabra que decía que no encajaba en mis suposiciones. Demasiado dulce, demasiado normal, demasiado ambiguo, demasiado triste, demasiado evasivo... Demasiado todo. Y yo no soy Hiel para que mi cerebro vea más allá de la alambrada mental de la obviedad. Conmigo hay que ser directo o no voy a entender nada; salvo si en algún momento puntual se me ilumina el foco y descubro algo que me llame la atención.

Terminamos por dormirnos, aunque metiendo una almohada en el medio para no clavársela. En parte también para que no se preocupara. Y aún así no dormí demasiado, ya que estaba esperando a que llegara la hora de las pesadillas, la misma que decía Edel que ocurría.

La experiencia la calificaría como impactante.

Ziel inicia sus pesadillas murmurando cosas ininteligibles, a duras penas audibles, y conforme avanzan los minutos las frases se forman de forma inconexa y finalmente son frases cortas. Habla del miedo a estar solo, por qué el mundo lo olvida, por qué le pasan cosas malas, pide perdón a gente que no conozco y llora un poco (y yo me encargo de quitarle las lágrimas sin despertarlo). Le siguen frases que no entiendo bien sobre que debe protegerse, que la Luna azul lo « presiona » para que consiga algo; y después parece que mantiene una extraña e intercalada conversación con un tal Erion. Nada comprensible. A veces sonríe un poco, pero también llora mucho.

Así estuvo por varias horas, hasta que finalmente me quedé dormido.


En cuanto los primeros rayos del Sol aparecen por la ventana, mi mente no parece comprender dónde está pero sí mi cuerpo. El movimiento es automático cuando mis brazos atrapan el cuerpo del chico y mi pie saca la almohada de la cama, inicio el restriegue contra su trasero y mis feromonas salen con cada rozadura hasta que el Ziel se mueve para darse la vuelta; siendo poco consciente de lo que pasa. 

Quiero darle los buenos días, pero sólo me sale un gruñido ronco a modo de saludo y el cuerpo del chico se calienta a duras penas. Sonríe un poco y su boca va directamente a la mía, a lo que yo respondo con una pincelada de necesidad en la que mis manos van directas a meterse en su pijama. Masajeo su trasero y devoro todo los sonidos que su boca me regala, lo hago suave, y uno de mis dedos juega con su entrada hasta que le arranco un jadeo en medio del beso. Y ya cuando me lo subo encima, no puedo detener la maquinaria de mi cuerpo; Ziel tampoco lo prohíbe, ni siquiera cuando le bajo el pantalón con mis manos y lo meto dentro directamente.

𝓩 i e l [También en Inkitt]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon