Capítulo 163.

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- Mátenme – gruñe Wesley mientras frota su rostro sobre el libro de texto – ya…

La “Srta. Teresa”  nos torturaba con su amodorrada voz mientras citaba las páginas del libro de la que quería resúmenes. Al final del semestre habremos transcrito todo el libro de texto en nuestra libreta obligatoriamente verde.  No han sido ni dos semanas de clases y esta profesora nos lleva directo al borde de los pensamientos suicidas.

No es que en nuestro trayecto académico no hayamos tenido que enfrentar a profesores horribles, aburridos o patéticos, pero ella - que es todo eso a la vez - se lleva nuestro desprecio en mayor medida a causa de que se encuentra cubriendo un espacio vacío dejado por el profesor Ashton Irwin. Un espacio enorme.

La Srta. Teresa con sus 56 años de vida tiene el mal de la mayoría de nuestros profesores: nos ven como jóvenes tontos incapaces de decir sobre su propia vida. Cabezas vacías hambrientas de su conocimiento. Maquinas esperando ser programadas.

Lo que creemos, sentimos, deseamos y tememos no existe ante sus ojos. Eso es lo que hacía diferente a Ashton, para él si importaban. Nosotros importábamos. Sus clases eran las mejores. Él lo era. Creo que aún lo es, pero ahora solo puedo hacer eso, creer.

- ¡Jovencita! – Me gruñe señalándome con el libro de texto – ¡No veo que esté anotando la tarea!

Levanto mi cuaderno.

– ¿Ahora lo ve profesora? ¿O necesita que escriba más grande? Puedo hacerlo. 

Hay una risa carraspeada muy sutil de varios. Sé que estoy siendo una sínica y realmente no me interesa, ella me molesta mucho y no pienso pretender que es de otra manera. Siempre quise ser una persona honesta y hasta este punto de mi vida sólo me he visto enredada en un enjambre de mentiras y verdades a medias. Ya no más. Me fastidié de eso. Tampoco quiero agachar mi cabeza ante ella y dejar que nos pisotee sólo porque cree que tiene el derecho a hacerlo. Es nuestra profesora, no nuestra dueña.

- Una insolencia más y verá de lo que soy capaz.

- ¿Me amenaza, profesora?

Ella me ignora completamente y camina con ese paso meneado de sus prominentes caderas hacia el escritorio.

- Estuve revisando sus reportes de lectura – continua la anciana sin gracia – y tengo una duda, ¿quién los engañó haciéndoles creer que sabían cómo hacer reportes? Con el perdón de la palabra pero son una porquería, mis niños en secundaría hacen mejores cosas que lo que ustedes me entregaron.

¿Qué?

- Por ejemplo éste…  Julissa, dime, ¿Crees que está bien hecho? – Julissa parece desconcertada – responde, ¿crees que puedo llamar esto un reporte?

- No lo sé, señorita.

- No lo sabes – dice sardónica – evidentemente no, ya que esta cosa no es ni cercano a lo que yo pedí… pero aquí hay otro, mucho peor, descuide… Keyttlin.

Veo a Key atragantarse con su propia saliva. ¿Qué le ocurre a esta anciana?

- Otro como caso como el tuyo, Julissa, ¿cómo pueden ser tan incompetentes en algo sencillo?

Estallé.

- ¡Basta! Profesora, no puede hablarnos así… - digo incorporándome de mi asiento.

- Ah… mira quién ha hablado.

- Si cree que no hacemos las cosas bien, vale, háganoslo saber pero no es necesario que exhiba de esta forma; es la clase de historia y solo nos la vivimos copiando el libro y escribiendo biografías – veo varias cabezas asentir –  acaso no es ese su trabajo guiarnos para aprender, dejarnos pensar,  si nosotros fallamos, ¿no falla usted también?

mi profesor 》irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora