Capítulo 141.

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Luces de reflectores me iluminaban directamente haciéndome enceguecer, uno tras otro me apuntaba, yo sentía que se clavaban en el pecho como la oscuridad de mi alrededor. No era capaz de escuchar una sola voz en la oleada de murmullos que atravesaban mis oídos, incluso podía sentir como si se llevaran todo el aire respirable, no sabía que ocurría pero algo me indicaba que no era nada bueno. Entre todo pude escuchar esta vez una voz familiar, era la de mi padre, sonaba más fuerte que todas las demás.  Me aferré al sonido, hasta que uno de los reflectores ilumino a una persona a mi lado. Era Ashton. Estaba de pie con su habitual encanto, me sonreía. La voz de mi papá comenzó a llamarme, no quería dejarlo, a ninguno, pero todo era más fuerte que mi propia voluntad, la voz comenzó a arrastrarme con ella mientras todo se difuminaba. “Ashton” recuerdo haber musitado su nombre en un acto de fuerza extraordinario, pero no fue suficiente, él desapareció en la oscuridad.

 - ¡Cumpleaños feliz! ¡Cumpleaños feliz! – cantaba la voz de mi padre cuando abrí los ojos.

 Esa jodida pesadilla una vez más.

 - ¡Cumpleaños de ______!¡Cumpleaños feliz! – termina de entonar con una terrible afinación mi papá y yo río por ello.

 - Cantas feo, papi – me burlo.

- Y tú dices lo mismo cada cumpleaños desde que puedes hablar.

 Me siento sobre la cama y lo abrazo por el cuello. Él besa mi cabello mientras me sostiene con calidez.

- ¿Qué hora es? – pregunto al separarnos y darle un mordisco al panque de arándanos que me ha entregado.

- Las 7:00 am.

 Casi me atraganto – Papá, ¿estás demente? es demasiado temprano – digo con pesadez tirándome de nuevo contra la almohada.

 - Venga perezosa, no querrás pasar tu decimoctavo cumpleaños tumbada en cama.

- ¿Quién ha dicho que no? – me cubro completamente con el edredón y le doy otro mordisco al panque. Está delicioso.

 Mi papá me quita el edredón de encima y me jala por los pies hasta la orilla de la cama y yo suelto un chillido ahogado con mi risa.

- ¡Papá!

 Él me carga en su espalda, cuando era pequeña era más como montar un caballo, ahora que peso más y mis pies cuelgan más cerca del suelo soy algo más parecido a un saco de papas. Siento que nos mataremos cuando baja torpemente por las escaleras y yo dejo escapar grititos a cada rato.

 Cuando llegamos a la planta baja descubro unas cuantas bolsas de regalo y una caja entre ellas.

- Feliz cumpleaños – dice mi papá lleno de satisfacción mientras me coloca de pie.

- No tenías que gastar en tantos regalos – me quejo.

- Es tu decimoctavo cumpleaños, uno no todos los días se vuelve mayor de edad.

- ¿Sabes? – le digo – no es la gran cosa, de hecho me sigo sintiendo igual que ayer, sólo que con la inminente posibilidad de ir a prisión de adultos de cometer algún delito.

Mi papá ríe. – Ya cabezota, abre tus obsequios y no protestes, ¡por un solo día no protestes! – exclama dramáticamente.  Yo me cruzo de brazos para darme calor y le muestro mi lengua jugando, no me ha dejado ni tomar un suéter al bajar, las mañanas de diciembre suelen ser muy frías.

- Te recomiendo que comiences por la caja – me dice susurrando.

- ¿Qué eres ahora? ¿la voz de mi conciencia? – bromeo.

- Sssssi… - dice exagerando el sonido de la s.

Me inclino para coger una de las bolsas de papel y mi papá tose exageradamente.

- Laaaaaah caajahhh – dice él y yo le ruedo los ojos.

- Vale, está bien – digo riendo. Me siento en la alfombra cruzando los pies y acerco la caja a mí.

 Mi papá me observa directamente.

- ¿Por qué esa cara? – le digo – ¿No habrá aquí una broma tuya?

- No podría hacerte eso en tu cumpleaños, grumpy – yo le sostengo la mirada entrecerrando los ojos – te lo juro – me dice – no es una broma ni nada de eso, deja de desconfiar en tu padre y abre tu regalo.

 Me río y obedezco, la caja no tiene un listón sujetando la tapa así que es más fácil abrirla.

Oh.

Por.

Dios.

- ¡Un gatito! – grito en un chillido y mi papá me sonríe complacido.

- ¡Sorpresa! – dice él.

- Oh por Dios, oh por Dios – digo casi hiperventilando mientras meto mi mano para tomar al pequeño gatito que duerme acurrucado en la caja de regalo. Es tan pequeño aún.

- ¿Te gusta?

- Bromeas, me encanta papá, muchas gracias – digo casi vibrando de la alegría.

- Sabía que te gustaría, ¿cómo le nombrarás?

 Mi papá se sienta a mi lado en el suelo pero yo no puedo dejar de ver el gatito que tengo en manos y que comienza a despertar.

- Queso, sin lugar a dudas.

- ¿Queso? – dice él casi ahogando una risa.

- Sí, ¿por qué?, ¿no te gusta?

- No, no es eso, uhmm… Queso, es bastante… original.

- Te estas burlando – le digo dedicándole una mirada de lado.

Él comienza a reír. – Pero cómo lo haría si tu sueño siempre ha sido tener un gato llamado Queso.

- ¿Eh?

- ¿Acaso crees que soy un papá tan horrible como para olvidar tus sueños de la infancia?

- Sólo lo dije una vez.

- No por eso se volvió menos importante – él saca toma una de las bolsas de regalo, la más pequeña y me la extiende para que meta la mano. Lo obedezco sin dar protesta y de ella saco una cajita. – La abro por ti – me dice mientras la toma en su manos, entonces me muestra su contenido.

 Es un collar de gatito, tiene una placa dorada y circular donde está grabada la palabra “Queso”

Yo comienzo a reír.

- ¿Y si hubiese decidido nombrarlo de otra forma? – pregunto divertida mientras tomo con mis dedos el collar.

- Sabía que no lo harías, así que corrí el riesgo.

- Bien jugado, Christian Crowell.

- Gracias, _____ Crowell. Ahora deja que te ayude con eso – dice tomando a Queso mientras le coloco su nuevo collar. Tiene sus ojitos bien abiertos como si intentara procesar ese nuevo mundo frente a sus ojos. Yo le acaricio sus orejas. Si él supiera al mundo de locos en el que ha venido a caer.

mi profesor 》irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora