Capítulo 162.

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- Hola – escuché a una voz cautelosa hablarme - ¿podemos hablar?

- ¿Qué… qué ocurre Celeste?

Mi papá quedó de pasar por mí, iremos al dentista pero él, evidentemente, ya viene tarde. Lo que se reduce a que no tengo escapatoria de Celeste.

- Me has estado evitando toda la semana, ¿verdad? – sonríe amable.

- No, no para nada, solo no… - si la había estado evitando – yo… perdona.

- Sé que no somos amigas cercanas, y que, pues, tienes a Key y a Wes… - ella queda pensativa – pero no puedo ignorarte… te he estado observando y me sorprende que nadie note esa nube gris sobre de ti…

- Te equivocas – insisto pero ella niega con la cabeza suavemente.

- No lo hago, y quiero creer que si no hablas de ello es porque así lo has decidido, pero veo cómo te sientes, y… - parece dudar un segundo - yo estuve ahí, ______.

- No sé de qué hablas – intento parecer confundida mientras evito su mirada.

- Y él… ya no volvió… - continua acomodándose a mi lado en la banca del estacionamiento.

Fue todo lo que necesito decir para que la viera a los ojos y sentí acuosos los míos pero los contuve, decidí no llorar cuando no recibí ni un adiós de su parte, ha sido difícil y no pienso romper esa promesa conmigo misma sólo por sincerarme con Celeste. Ella lo notó mejor que nadie. Ashton no volvió.

- No estoy aquí para meter mis narices, aunque eso parece – me dice – realmente no se mucho y la mayor parte de “lo que sé” ­– hace comillas en el aire – se basan en mis especulaciones, no más.

- ¿Qué crees saber? – le pregunto.

- Que la ausencia del Sr. Irwin en el colegio es más de lo que parece, es en realidad un acto de amor, del bueno.

Enarco una ceja.

- Aunque no se sienta así, ¿no? pero es amor, una aventura colegial no vale tantos sacrificios, no dolería tanto ni tú tendrías esos ojos tan tristes.

- Yo no estoy triste.

- Tú no quieres estar triste, lo entiendo, pero lo estás. Le echas de menos, ¿no?

Yo niego con la cabeza.

– Es cosa de acostumbrarme, es extraño, eso es todo.

Ella sonríe con la amabilidad que le caracteriza. Ha comprendido lo que mis amigos entendieron hace unos días: hablar del tema no conduce a ninguna parte.

- Recuerdo muy bien la manera en que te miró a ti y solo a ti el primer día de clases. No sé si tú lo notaste, pero desde ese día él parecía no poder despegar los ojos de ti.

La miro sorprendida.

- Después fue reciproco, y más discreto, pero acompañado de esa sonrisa, los caramelos de su escritorio que aparecían en tus cosas, tus números en la calificación de los exámenes – ella sonríe – las amadas prorrogas en los proyectos, esa discusión con el asunto de la primera guerra mundial – se encoje de hombros  y mira mi desconcierto – soy intuitiva – explica – y también la chica de la primera fila.

- Crees que alguien más…

- No, descuida, todo eso eran elementos aislados que sólo yo percibí, pero que no cobraron sentido hasta año nuevo, cuando los vi escondidos en el balcón del pequeño ventanal y ambos se miraron con tanta intensidad que me sentí incomoda por observarlos.

- ¿Nos viste?

- Solo unos segundos y me marché de ahí, jamás te hubiese dicho nada, pero… bueno, después los vi bajar a la planta baja, las caras de sus padres, al Sr. Irwin sangrando y a ti llorando, ¡_____ Crowell llorando!  Supe que nada bueno ocurría… entonces volvimos a clases y…

-… y no es más nuestro profe.

Debí haber puesto una cara penosa ya que Celeste hizo el gesto común al sentir tristeza por una persona: apoyo una mano en mi hombro.

- Lo lamento tanto, es injusto.

- La vida es injusta.

- No, te equivocas, los humanos somos injustos, la vida no.

- Entonces es cruel conmigo – replico y ella sólo sonríe.

- Tampoco… verás, los humanos los somos por nuestra doble moral, hacemos oídos sordos con los adulterios, la violencia doméstica y los matrimonios sin amor; pero acribillamos al amor verdadero cuando este es diferente a lo que queremos ver o va más allá de nuestra mentes cerradas.

- Igual, ahora ya no resta mucho por hacer – me encojo de hombros.

Hubo una especie de silencio entre ambas que no fue incómodo.

- No pienso volver hablar del tema… lo prometo, sé que no ha de ser sencillo, pero quería que supieras que puedes contar conmigo.

- Gracias – le digo – en serio.

Veo a mi papá estacionarse  en la carretera.

- Han venido por mí – digo al incorporarme – debo irme.

- Si, vale.

 Camino unos pasos cuando la escucho.

- _____, solo no dejes de sentir, porque solo provocara que un día quieras estallar, nada lindo. ¿De acuerdo?

Asiento con la cabeza, pero me temo que de seguir su consejo yo no podría seguir adelante.  Ya perdí una vez a un gran amor: mi madre; ese dolor casi me mata, pero me enseñó a ser fuerte. Y fuerte voy a ser. Ashton y yo llegamos al punto en que nuestras vidas toman caminos distintos. 

Se tomaron decisiones. Hoy yo decido que no lo necesito para poder vivir. Si lo repito 32 veces quizá termine creyéndolo. 

mi profesor 》irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora