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EVAN

Aparqué delante de la comisaría.

La lluvia llevaba golpeando el día desde la madrugada, las nubes teñían el cielo de un gris oscuro, casi negro que avisaba de la venida de una gran tormenta. El cielo gruñía y las gotas golpeaban contra el coche con fuerza y velocidad conformando una melodía rápida y nerviosa, como si supieran lo que estaba a punto de ocurrir y lo quisieran acompañar.

La puerta de la comisaría estaba vacía, ni un solo policía vigilando, nadie entrando o saliendo...

Tras enterrar a Tayler la había dejado marcharse porque sabía que necesitaría su espacio, su propio tiempo para asimilar algo así, sabía que no debía frenarla o intentar convencerla de que se marchara conmigo porque la conocía lo suficientemente bien como para saber que en su estado la tomaría contra mí y no quería estropear lo que habíamos forjado, el nosotros que habíamos creado, así que le di su espacio. Aunque nunca le quité los ojos de encima.

Llevaba allí metida casi un día entero, apenas quedaban unos minutos para que el cielo se oscureciera por completo dejando paso a la noche y no pensaba dejar que se quedara más tiempo allí retenida, más tiempo entre esos policías arrogantes e indolentes que seguro la estarían atosigando a preguntas, presionando para que revelara lo que ellos querían escuchar.

Había ido por ella, para rescatarla.

Apreté el volante con fuerza.

—Siempre juntos—murmuré.

Comprobé que mi cinturón estaba bien ajustado y con todo en su sitio. Me giré hacia los asientos de atrás para alcanzar las armas y tras coger las dos pistolas y cargarlas salí del coche y crucé la calle para meterme en la comisaría a la que hace unas semanas ella había ido con la intención de denunciarme.

Una sonrisa irónica me vino a los labios aunque cuando pateé la puerta se esfumó al completo.

Estiré las manos adelantando las armas y comprobando las personas que había en mi campo de visión. Tres agentes de policía y dos personas sentadas en la sala de espera.

Las dos personas, que parecía ser una pareja de mediana edad, se echaron al suelo con gritos ahogados. Él cubrió a la chica con su cuerpo a pesar de su pánico, los segundos que siguieron de silencio pude escuchar como intentaba calmarla.

Solo me dirigí a los tres policías hablando con voz sosegada.

—Será muy sencillo si me obedecéis o, por el contrario, muy difícil si decidís haceros los héroes e intentar algo.

Los policías sacaron sus armas con nerviosismo y me apuntaron entre gritos ordenándome que bajara las mías y no hiciera ningún gesto extraño.

Esta vez tanto la chica como el chico de la pareja soltaron unos gritos ahogados al ver que quizás estarían en medio de un tiroteo.

Chasqueé la lengua.

—Os daré otra oportunidad. Bajad las armas, meteros detrás del mostrador y no salgáis hasta después de un buen rato.—Me encogí de hombros—. No tengo intención de haceros daño pero no dudaré en hacerlo si intentáis impedir mi propósito.

Mataría por ella, ya lo había hecho.

—¡Baje el arma, no pienso repetírselo!—gritó el policia gordo y sin rastro de pelo sobre su cabeza con aquella ignorancia que caracteriza a los seres humanos sin hacer el mínimo caso a su sentido del peligro.

Solté una risita.

—Sabéis que no voy a hacerlo—la mirada se me oscureció, mi sonrisa se transformó en una línea fina y severa— y también sabéis que acabaréis muy mal si no hacéis caso a mis advertencias.

EVANWhere stories live. Discover now