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RACHEL

—Rachel ¿qué es lo que ha pasado?—preguntó el inspector Hurst.

Mi vista estaba perdida al final de la sala.

Una mesa de metal nos separaba. Detrás de mí estaban mamá y papá, mamá llevaba todo el rato entre lloros.

—Señores Hill—dijo el inspector con expresión de circunstancia—. Voy a necesitar que salgan de la sala.

Mamá se resistió pero al final cedieron.

Una vez que nos dejaron solos Hurst se inclinó sobre la mesa apoyando sus codos en ella y fijando sus ojos en mí.

Levanté la mirada.

—Ahora dime la verdad, Rachel ¿Qué es lo que ha pasado?—Su tono era calmado y firme.

Cinco horas antes.

Levanté los ojos para mirarlo.

No, no aparta a dos almas amadoras
adverso caso ni crüel porfía:
nunca mengua el amor ni se desvía,
y es uno y sin mudanza a todas horas.

Es fanal que borrascas bramadoras
con inmóviles rayos desafía;
estrella fija que los barcos guía;
mides su altura, mas su esencia ignoras.

Amor no sigue la fugaz corriente
de la edad, que deshace los colores
de los floridos labios y mejillas.
Eres eterno, Amor: si esto desmiente

El sonido de su voz más su sosegado tono me transmitían tanta tranquilidad.

El suelo y las paredes estaban llenas de sangre, a un lado, el cuerpo de Tayler y en el otro me encontraba sentada, con mi cabeza apoyada en su pecho.

El hecho de que acabara de matar a alguien pasaba por mi cabeza sin hacer el menor efecto y me preguntaba por qué no estaba afectada, por qué la tranquilidad predominaba en mi cuerpo sin dejar lugar a ningún otro sentimiento.

Por qué no lloraba o sentía culpabilidad.

—¿Qué vamos a hacer con él?—pregunté.

—No tienes porque preocuparte de eso, yo me encargo de esconderlo—respondió a la vez que sus dedos cogían un mechón de mi pelo teñido en casi toda su totalidad de rojo.

—Quiero saber donde piensas esconderlo.—Volteé la cabeza para mirarlo, dejó el libro de poesía que estaba leyendo en el suelo. Pude ver como sus ojos rehusaban a querer decírmelo.

—Pensaba descuartizarlo y enterrarlo en el bosque.

—¿Es eso lo que hiciste con Zac?—pregunté.

Asintió.

Aparté la mirada y volví a apoyar la cabeza en su pecho.

—¿Crees que no debería hacerlo así?

—No.

—¿Y dónde propones que lo haga?

—Pensaba en un lugar donde a la policía nunca se le ocurriría mirar, enterrarlo en el bosque es demasiado obvio.

Hubo unos segundos de silencio.

—El cementerio—respondimos los dos a la vez.

Intercambiamos miradas, supe entonces que aquella conexión de la que él me había hablado existía verdaderamente.

Por un momento volví a perderme en la infinita oscuridad de sus iris.

—Entonces mejor que lo hagamos cuanto antes—sentencié.

EVANWhere stories live. Discover now