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RACHEL

La luz de la mañana rememoró lo sucedido en la noche. Una bola se formó en mi estómago cuando todas las imágenes acudieron a mi mente. Las manos y los besos de Tayler...Los ojos de Evan haciéndome sentir de mil maneras distintas a través de una simple ventana.

Salí corriendo al baño cuando me di cuenta de que no estaba sola y que quien dormía conmigo era Tayler.

Me apoyé en el lavabo intentando respirar. Pronto me di cuenta de que estaba completamente desnuda y entonces cualquier idea de que todo aquello había sido una pesadilla se volatilizó en segundos.

¿Cómo había podido hacer aquello? Yo. Jamás, nunca en la vida me había imaginado haciendo algo así.

Volví a recordar como me había sentido. Me había sentido deseada, poderosa, sexi... Y lo peor de todo era que la mayoría de lo que había sentido había sido por consecuencia de Evan. Sus ojos, aquellos ojos tan oscuros como la noche se habían clavado en mí y me habían alentado a seguir con todo lo que había empezado, llena de adrenalina. Todavía podía sentir el éxtasis, el placer, la emoción al haberlo estado retando...

Tayler, desgraciadamente, había sido tan solo un personaje secundario que apenas se había enterado de todo lo que había estado pasando.

Tayler...

No. Ahora que me había vuelto a acostar con él ¿Pensaría que de verdad quería que volviéramos?

Un flashback acudió a mí sin siquiera esperarlo:

La luz del sol se colaba por las ventanas del coche quemándonos la piel, hacía tanto calor que habíamos tenido que poner el aire acondicionado a tope.

Yo estaba en el asiento del copiloto con un mapa plegable ocupando casi todo mi espacio.

—Siempre he querido ir a Chicago—dije al verlo en el mapa de pasada.

El pelo rubio de Tayler se giró hacia a mí y con una de sus manos bajo el mapa haciendo que pudiera verle la cara.

Estaba tan guapo con aquella luz. Su pelo desprendía destellos y sus ojos azules me miraban de una manera en la que nadie, nunca lo había hecho, me podría haber pasado horas perdida en el océano de su mirada. 

Su sonrisa me indicó que estaba pensando en algo.

—No se hable más—dijo entonces—. Primera parada: Chicago.

Abrí los ojos al oír aquello.

—¿En serio?

—Pues claro. Será un honor ser el primero en llevarte, además, podemos ir a donde queramos.

Era cierto. Ya nada nos ataba, ya no teníamos obligaciones ni deberes que cumplir, solo el de disfrutar.

Un mal presentimiento pasó por mi cuerpo.

—¿Y qué pasa si...?

Tayler no me dejó terminar la frase.

—No va a pasar nada. Mientras estés conmigo estarás a salvo, ya te lo he dicho, te amo y no pienso dejar que nadie ni nada nos separe.

En aquellos momentos lo creí, lo creí como si lo que dijera fuera lo más evidente del mundo, como si nunca fuera capaz de dejarme, de traicionarme.

Le sonreí, convencida de que al fin podríamos estar juntos, sin miedo a que mis padres se enteraran, a que se corriera la voz por todo el pueblo y que alguien fuera capaz de denunciarlo por estar con una menor.

Nos... Lo amaba.

Salí de la ducha y por suerte, al llegar a mi habitación estaba vacía. Me cambié lo más rápido que pude, cogí mi mochila y bajé.

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