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EVAN

La llevé hasta su habitación y allí, la dejé sobre su cama.

Me di la vuelta con la intención de salir ya que quería que fuese ella la que me pidiese que me quedase, sabía que lo haría.

Puse la mano en el pomo.

—Evan—dijo.

Mis labios se curvaron. Reprimí la sonrisa y me di la vuelta hacia ella con expresión seria.

Rachel se levantó y se acercó a mí haciendo que ambos quedáramos a escasa distancia, aunque por la diferencia de altura tuve que agachar la cabeza para poder ver su hermoso rostro.

Ninguno dijimos nada pues estaba claro en nuestras miradas todo lo que habríamos de decir con palabras.

Ella se puso de puntillas y posó sus labios sobre los míos.

Una sensación de euforia se abrió paso por mi interior al ver como al final todo lo que había planeado salía sobre ruedas y me encontraba en su habitación disfrutando de ella.

Pronto el beso se intensificó. Ella subió sus manos por mi abdomen hasta llegar a mi cuello y yo las puse en su cintura atrayéndola a mí.

El roce de sus labios con los míos y el saber que esa noche sería mía me encendió por completo.

La agarré del trasero y la subí en mí para llevarla a la cama y tumbarla sobre ella.

Me coloqué encima y recorrí su cuello son mis labios embelesándome con la suavidad y dulzura de este. Llegué hasta el lóbulo de su oreja y se lo mordí ligeramente a la vez que ella emitía un sonido entrecortado.

Ella cogió mis manos y las llevó hasta el final de su camisa blanca, para que se la quitara.

La miré a los ojos y se la quité con rapidez, dejándola en ropa interior ante mí, ya que no llevaba pantalones.

Me hice atrás para poder contemplarla. El ser consciente de que podía pasar mis manos por todas las partes de ella sin nunca hartarme hizo que mi temperatura subiera.

Estaba contemplando la chica por la razón de mi existencia, la chica a la que pertenecía mi corazón.

—Eres hermosa.

Volví a besar sus labios con la intención de dejarlos más rojos e hinchados de lo que ya estaban. Nuestras lenguas se coordinaron en completa armonía mientras mis manos subían y bajaban por todo su cuerpo.

Bajé hasta sus pechos. Deslicé mis manos por debajo de ella y le quité el sujetador con un movimiento. Los besé, chupé y mordí provocando respuestas positivas en su cuerpo.

—Evan—dijo entre suspiros.

Sonreí contra su piel: había dicho mi nombre.

Sus dedos se enterraron en mi pelo y yo seguí bajando por su estómago, apretando sus caderas con mis manos e intentando aguantar la continua presión que sentía en mi entrepierna.

Puse mis manos sobre sus bragas y antes de nada la miré.

Me asintió con la cabeza y entonces se las quité.

Le abrí las piernas y sin más demora probé lo que durante tanto tiempo había deseado.

Los movimientos de su cadera se movieron en compás con los míos, entre suspiros y gemidos.

Sabía tan jodidamente bien...

La agarré de la cintura para mantenerla quieta y cuando arqueó la espalda y volvió a enterrar los dedos en mi pelo paré.

EVANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora