-33-

8.2K 669 261
                                    

EVAN

Me desperté con el canto de los pájaros haciendo eco al resonar por el lugar. El sol comenzaba a asomarse entre las montañas que rodeaban el lago reflejando sus primeros rayos sobre el agua, creando una mezcla de colores al unir su brillo amarillo con las aguas cristalinas y los pigmentos verdosos y marrones de aquel sitio.

Giré mi cabeza para observar a Rachel, apoyada sobre mi pecho desnudo durmiendo en completa tranquilidad. Nuestras respiraciones acompasadas al mismo ritmo, creando la armonía perfecta para mis oídos.
Su rostro era irrumpido por un par de mechones rebeldes, tapando sus dulces rasgos. Sus labios estaban cerrados conformando una línea recta y dejando un escaso agujero entre estos que hacía que las ganas de volver a tocarlos, de volver a juntarlos con los míos se apoderaran de mí.

Alargué mi brazo de mi parte libre para apartar esos dos mechones, descubriendo su hermoso rostro. Sentí como el pecho se me hinchaba al observarla allí, conmigo, tumbados sobre una manta, ella con mi sudadera puesta por encima y siendo arropada por mis brazos. A pesar de que estábamos en una de las estaciones frías el día parecía haber templado su temperatura ayudándonos a no congelarnos, o tal vez éramos nosotros que habíamos conseguido olvidarnos de todo para estar finalmente juntos, sin importarnos nada.

Una sonrisa curvó mis labios cuando se removió sobre mí atrayéndome más hacia ella y obligándome a arroparla aún más.
Al fin estábamos juntos, al fin habíamos conseguido unirnos a pesar de las contrariedades. Aquella noche nos habíamos fundido convirtiéndonos en una sola alma, siendo uno.

Mis ojos no se despegaron de ella, haciéndome notar como mi cuerpo liberaba miles de hormonas haciéndome sentir de mil maneras diferentes. Sus ojos se abrieron con lentitud cegándose al principio por la luz del día y parpadeando seguidamente para acostumbrarse a ella. Me miró, los destellos áureos de sus iris constrastaron con la oscuridad de los míos. Siempre lo harían.

El miedo corrió por mis venas al llegar el momento en el que había pensado, el momento que había imaginado en el que se apartaría de mí horrorizada al ver lo que había pasado, recuperando su cordura, volviendo a rechazarme por lo que era. Pero en lugar de hacer aquello que tanto había temido sus ojos me miraron con sosiego y una dulce sonrisa se extendió por sus labios aplacando ese miedo, transimiténdome su tranquilidad y un alivio que calmó mi corazón. Casi se borró aquella idea que había tenido de secuestrarla si todo lo que había pasado no hubiera servido para nada.

—Buenos días—murmuró con voz ronca. Los destellos dorados del sol apoderándose de su rostro y formando reflejos dentro de sus verdosas pupilas.

Una sonrisa llena de felicidad cubrió mis labios.

—Buenos días, leona.

Me incliné para cumplir el deseo de volver a tocar sus labios y depositar un casto beso sobre ellos. Se volvió a remover sobre mí cerrando los ojos. Mi corazón latiendo a mil ante su tacto.

—Me quedaría así para siempre—susurró.

Yo también, Rachel, yo también. Y no tienes ni idea de las veces en las que mi cabeza ha estado fantaseando con este momento.

Inspiré con un poco más de fuerza de la normal haciendo que el suave aroma a frutas que caracteriza su cabello se colara por mis fosas nasales.

Daría lo que fuera para paralizar aquel momento. Se sentía tan bien tenerla entre mis brazos arropada con aquella sudadera puesta, pareciendo tan frágil, haciéndome sentir su protector. Lo era, la protegería de cualquier maldita cosa incluso si aquello amenazaba mi vida, reduciría todo a cenizas incluso si aquello implicaba quemar todo lo existente, solo por ella.

EVANWhere stories live. Discover now