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EVAN

Nunca había visto tal expresión en su rostro, nunca... Joder, pensaba que lo tenía controlado, que aunque hubiese subido, la oscuridad y el tenerla casi hipnotizada harían que no se diera cuenta de lo que había allí, pero lo vio.

Había disfrutado tanto tocándola y viendo como su cuerpo respondía ante mí, había sido tan exquisito que no entendía por que cojones todo tenía que haberse acabado tan deprisa.

Pareció como si volviese a la tierra: sus ojos se abrieron tanto y su cambio me dejó tan descolocado que tuve que apartarme cuando comenzó a removerse con fuerza, sabía que algo había cambiado, que su manera de ver todo lo que estaba pasando ahora era diferente, porque antes parecía verlo como... como un juego, aunque en verdad era algo así, un juego en el que ella se movía y yo observaba, pendiente a hacer mi movimiento en el momento oportuno.

Cuando salió de mi casa tan atacada un mal presagio me recorrió de pies a cabeza, como no, después de una hora salió con sus padres a la comisería.

Puta mierda.

Ahora le habían creído.

Cogí mi coche y me quedé en un lugar apartado pero desde el que se podía ver quien entraba y quien salía de allí perfectamente.

Me encendí un cigarrillo, nervioso, aunque sabía que si se atrevía a decir quien era las cosas apenas cambiarían, salvo que el escándalo en el pueblo no tardaría en aparecer... Pero por el resto mis padres me sacarían y no dudarían en poner una buena denuncia a los padres de Rachel.

Estuve esperando tres horas hasta que salieron. Ella iba entre sus padres con los brazos de su madre alrededor del cuerpo y un abrigo cubriéndole los hombros, su mirada estaba perdida en el suelo. No pude evitar preguntarme que era lo que había pasado, aunque por el ambiente y sus caras no parecía que les hubiese desvelado mi nombre como la persona que la acosaba desde las sombras.

De un momento a otro levantó la cabeza para fijarla en mí, bueno al menos en mi coche ya que las ventanas desde fuera no dejaban ver el interior de este, pero parecía saber que estaba allí. Me lanzó una mirada llena de rencor, odio y rabia que nunca había visto en ella. Me quedé quieto en mi sitio y entonces supe que efectivamente no había sido capaz de decir mi nombre, pero... ¿Por que sabía que no serviría de nada o por que de verdad estaba comenzando a sentir cosas por mí?

Arranqué el coche.

Debía ir con cuidado, pero aquella noche no se libraba de que volviese a visitarla, quería descubrir que era lo que había pasado.



Llegué a casa, tenía asuntos pendientes.

Abrí la puerta del sótano y encendí la luz pero esta vez los gritos no empezaron.

«Ya ha aprendido».

Pensé.

Cuando llegué allí estaba: medio adormilado por la droga que hace unas horas le había dado. Cogí el bate de beisbol que teníamos de cuando a mi padre se le metió en la cabeza que debíamos jugar para afianzar la confianza padre e hijo. Tonterías.

Nada más verme comenzó a moverse, histérico.

Suspiré.

No entendía porque hacía aquellos esfuerzos completamente inútiles por soltarse, estaba encadenado a la pared, era imposible que sus manos pudiesen liberarse, estaba haciendo el gilipollas. La gente no sabe como actuar cuando la secuestran pero si empiezan a moverse tan bruscamente y a intentar gritar a pesar de la cinta que tienen en la boca lo único que consiguen es exasperar a su secuestrador, a mí.

EVANOù les histoires vivent. Découvrez maintenant