CAPÍTULO 38

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1...

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Arie

Cuando Jadiel dijo que nos desviaríamos, supuse que se trataba de los pequeños rastreadores traía en manos. Pero, no dijo porqué, simplemente tomó el volante y ahora Elliot estaba a mi costado, asegurándose de que no me lanzara por la ventana.

¿Cómo? ¿Cómo podía arrancarme de la memoria lo que acababa de pasar?

Los disparos, mi madre muerta, la explosión. Todo había sido un remolino de emociones que tuve que tragarme para no asfixiarme con la cruda y fría realidad. Porque, ahí estaba: la verdad.

¿Y la peor parte?

Que... el Van Iveren que menos me esperaba que fuera honesto conmigo, lo fue.

—Tengo que decirte algo.

Ladeé la cabeza hacia él. Estaba con unos mechones pegados en la frente y su mirada clavada en mi.

—Nosotros... yo— carraspeó la garganta —planeábamos algo contra tu familia. E-es decir, fue algo imprevisto, no sabíamos que se trataba de ti al inicio... yo...

—Arie—. La voz de Elliot me sacó de mis adentros y bajé la vista hacia una de mis manos. Tenía el arma con la que había disparado a Steven —Intenta hacer algo estúpido y juro que me reiré de ti el resto de tu vida.

—No soy estúpida, sé que...— revisé si estaba cargada y me llevé una sorpresa al ver que sí lo estaba. —podría matarlos.

—Pero no lo harás— sonrió arrogantemente con la comisura de sus labios y se quedó viendo hacia delante.

—Quiero que me escuches bien— su voz se oía entrecortada por la línea —tienes que salir de ahí. Ahora.

—¿Para qué me has llamado, Elliot? No tengo tiempo— estacioné el auto de Jadiel por el patio trasero de la que solía llamar "casa"

—Me importa una mierda.— algo interfirió por unos pequeños segundos. Poco después el seguro de una puerta se escuchó al otro lado —Escucha y cállate. Jadiel, Collin y yo planeábamos robarle a tu familia porque estamos en la quiebra y Aluce ha puesto un rastreador en ti. No sé cómo, no tengo ni puta idea, pero tienes que irte de ahí. ¡Ahora!

¿No es eso... lo que siempre he querido? La verdad. Ahora que lo sabía, hubiera preferido caer de un barranco.

—¡Carajo, mierda!— chistó —¡Ya voy!— tapó el micro unos segundos y yo me detuve frente a la puerta principal —Espérame ahí. Si no llego en 30 minutos, entonces ve a la dirección que voy a enviarte.

No respondí, pero estaba consciente de que había comenzado a llorar.

—Aleja tus sentimientos por un puto segundo si quieres sobrevivir— resaltó la última palabra —Aluce va a matarte, Arie. Va a matar a toda tu puta familia. — hizo una pausa que pudo haberse confundido con una fría, muy fría eternidad —Iré por ti. No voy a permitirlo— prometió —Sobrevive hasta que lo haga.

La puerta se abrió. Mi cuerpo reaccionó por sí solo y aparté las lágrimas de un tirón mientras trataba de que mi celular no caiga al piso.

—¿Has visto a un fantasma, Arie?

—¿Por qué vamos a dejar esos rastreadores?

Jadiel palideció.

—Nuestra gente irá a destruir esos puntos.— aceleró el auto y antes de que pudiera decir algo más, me hice hacia delante para jalar de la guantera y sacar los huevos de Fabergé de mi abuela.

Efímero & 180 [✔️]Where stories live. Discover now