CAPÍTULO 23

48 14 20
                                    



Algunos tenían la suerte de amar y ser correspondidos.

Y algunos eran amados, pero no podían corresponder a alguien más.

Y yo... yo era nada.

No era amada.

Y tampoco podía amar.

Si alguien me hubiera dicho que iba a mostrarme débil frente a mi verdugo hace unos años, habría dado el primer paso y atacado primero.

Pero estaba ahí, llorando en los brazos de Jadiel en una habitación de hotel barato.

Ninguno dijo nada la última hora. Estábamos sentados en la alfombra de la habitación mientras se dedicaba a apachurrarme como si fuera una niñita que no dejaba de llorar en su pecho.

—Podemos dispararle— murmuró Jadiel, esta vez logrando que sonriera un poco —Hablo en serio.

Por más que la idea sonaba tentadora, negué con la cabeza. Él preguntó si estaba segura y me limité a asentir, porque a pesar del odio hacia Steven... estaba segura de que no era una asesina. No podría vivir con la culpa de saber que maté a alguien, pero extrañamente no me daba miedo el tener que pasar por ello. Simplemente  era algo que no quería hacer... por más posibilidades que tuviera. Creía en el karma, y estaba muy segura de que golpearía como nunca antes al maldito.

Jadiel pareció leer mis pensamientos, porque de un momento al otro abrió la boca para decir algo, pero se detuvo a medio paso para llevar una mano a mi nuca y pegar mi mejilla contra su pecho.

Pum. Pum. Pum.

Los latidos de su corazón hacían que el mío se acelerase el doble o el triple en cuestión de segundos.

Me sentía segura.

Y puede que suene ridículo, pero me sentía segura en los brazos de mi verdugo.

—Estaba por hacerlo— admitió, logrando que me alejara un poco de él para no distraerme con los golpes de su corazón contra su pecho —yo... no pensé muy bien en ese momento. Habían cámaras de más. No estabas en la fiesta y supuse que...

Quedé frente a frente con él, y por primera vez desde que llegamos, posé una mano en donde había estado mi mejilla segundos atrás.

Yo nunca lo había tocado de esa manera.

Mi atención se quedó en mi sobre él unos segundos, pero antes de comenzar a ponerme nerviosa, decidí hablar.

—Estoy bien, gracias por cuidarme la espalda.

Jadiel sonrió.

—Siempre.

Otra vez, estaba ahí. Ese momento incómodo y emocionante al mismo tiempo con la pequeña... no, enorme descarga de electricidad que recorrió mi cuerpo.

No sabía a qué venía eso, pero juro que en ese momento me fue imposible no volver a abrazar al rubio.

—He vuelto a hacer que sonrías.— dijo orgulloso de sí mismo.

Me separé de él, y como de costumbre, abrí la bocota.

—¿Y cuándo yo te haré sonreír?

Jadiel me miró como si fuese un inofensivo conejito y desordenó mi cabello. No respondió, así que la vergüenza creció en mí y me enfoqué cambiar de tema antes de exponerme frente a él. Habría dicho algo estúpido, pero no lo hice.

Simplemente me mantuve mirando hacia la nada, como si realmente tuviera algo de interesante pensar en todo lo que había pasado.

Seguía sintiéndome basura, claro está. Aún no había llorado lo suficiente para cerrar el tema, pero si tenía solo esa noche para lamentarme, entonces lo haría a toda costa y olvidando que él estaba a mi lado. Porque, sí, que estuviera presente en cada una de mis desgracias no hacía nada más que vulnerarme frente suyo.

Efímero & 180 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora