CAPÍTULO 10

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Las siguientes semanas, me la pasé jugando al gato y al ratón con Elliot. Si alguna vez dije que era un idiota sin sentimientos, entonces a partir de ese momento se había vuelto el idiota uno del trío Van Iveren. Las cosas se me habrían facilitado muchísimo si hubiera puesto de su parte, pero lamentablemente tenía que comportarme como su secretaria ante cada evento al que debíamos ir. Porque, sí, la prensa se había vuelto loca después de vernos cenar al aire libre por "mera casualidad", o caminando por el Big Ben agarrados de la mano, o por aquel beso cerca a Grant. Ni siquiera disimuló haberle dado un gran mordisco a una cebolla antes de salir del auto.

Juro que nunca antes había sentido algo así de falso. Pero para mi pequeña buena suerte, mi abuelo no había llamado ni preguntado por mi desde el almuerzo en el club.

Hubiese querido contarle lo que pasó a Larissa, pero me sentía avergonzada de mí misma, de lo mucho que había protegido a Steven a lo largo de los años, de dejar en claro que él era el único miembro de mi familia de mi lado. Pero, no. Aún no era momento de soltar toda la verdad, por el simple hecho de que aún no lo asimilaba. Y si no lo hacía... entonces, ¿de qué serviría? Bastaba mencionar su nombre en voz alta para un colapso nervioso, y me molestaba no poder mantenerme al margen de lo que sentía, especialmente con temas tan hirientes como esos.

Sí, era muy consciente que no era necesario contarle literalmente todo a tu mejor amiga, pero, honestamente, era la única persona con la que me podía desahogar. Sin embargo, quedarme callada, por aquel momento, era mejor. A veces, vivir en un mundo de mentiras era mejor que vivir en un mundo lleno de crudas verdades.

Hubiera querido seguir explicando las desgracias de mi vida, pero mi cabeza estaba enfocada en otra cosa.

Una cosa de metro ochenta, cabello rubio y un buen six pack.

—¿Así está bien?— susurró contra mi pecho desnudo, moviéndose con poca determinación contra mi. Me gustaba la sensación de su aliento sobre mi piel, de mi encima de él, y viceversa.

Había tenido sexo rápido antes, sí. Pero jamás unos decepcionantes tres minutos.

Puse una mano en el centro de su pecho.

—Estás jodiéndome.

Él se dedicó a mirarme con una expresión muy rara para ser un orgasmo, pero al fin y al cabo, eso era.

—J-jooder, perdón— jadeó, causando que pusiese una mano contra su boca para que no hiciera tanta bulla. A nadie le gustaba escuchar a su amiga cogiendo a las seis de la mañana. —Lo siento, es que estás tan buena.

Y por si fuera poco, ejem, la cosita no se volvió a levantar.

Me levanté de su regazo y fui por una bata de ducha antes de soltar pequeñas maldiciones mientras buscaba unas pantuflas.

El día acaba de joderse con un precoz.

—Solo vete— le señalé la puerta, mientras se dedicaba a buscar sus bóxers y el resto de ropa que me había dedicado a prácticamente arrancar desde la madrugada. Se la puso con rapidez luego de botar el preservativo.

—Oye, Arie— pasó una mano por su cabello. Eso lo hacía lucir más sexy de lo que ya era, pero no le quitaba... lo otro. —¿Puedo quedarme a desayunar? Es que no hay nadi...

Y no pudo terminar después de que chocara ambas manos con fuerza.

—¡No!— fui empujándolo por la puerta de mi cuarto... luego bajamos las escaleras, él insistiendo en que podía deslumbrar en la cama si se lo proponía y yo recalcando que me había asombrado tanto que no era capaz de tener sexo con alguien más en toda la semana.

Efímero & 180 [✔️]Where stories live. Discover now