CAPÍTULO 18

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Jadiel

No podía ir solo, así que llevé a Elian conmigo. Si pasaba algo, él sería el primero en saber qué hacer.

Ahorraré los detalles del camino, no fue la gran cosa. No hubo tráfico, y tampoco hablamos de algo realmente relevante.

—¿Todo listo? — pregunté. Él simplemente asintió y guardó una pistola entre sus pantalones.

Hice lo mismo con la mía, y salimos del auto.

Estábamos frente a un granero en una granja abandonada, usualmente las reuniones con la dama eran ahí. No lucía mal, simplemente... sin vida.

Bajamos del auto y de inmediato unas proyecciones de luz roja apuntaron a mi pecho, cabeza, piernas... todo mi cuerpo parecía árbol de navidad.

Elian y yo alzamos las manos.

—Tengo una reunión— informé. Ellos bajaron las armas solo por unos segundos y uno de los escoltas apareció tras nosotros para revisar si traíamos armas encima.

Solo me quitó la mía. A fin de cuentas, era yo el que iba a entrar, Elian se quedaría fuera y solo tendría que apretar un botón por si no salía en veinte minutos.

—Está limpio— vociferó. Ahora nada nos apuntaba.

El hombre tras mío me dio una palmadita en el hombro.

—Es bueno verte, Jadiel.

Giré a ver a Malik sobre el rabillo del ojo y asentí.

Era un hombre de 30 años, había sido agente del FBI, pero fue secuestrado por la mafia francesa y la dama lo rescató. Le dio un lugar, fortuna y seguridad a cambio de sus servicios. Él se había encargado de enseñarnos todo lo que sabíamos. A pelear, usar armas, pasar desapercibido, etc. Era como... nuestro mentor. Le teníamos cariño.

—También es bueno verte, Malik.

—¿Has traído al flacucho hoy?

Sonreí a ver a Elian, que estaba mirando serio hacia la nada.

—Necesitaba que condujera— me limité a decir. Caminamos hacia la entrada del lugar y me inspeccionaron una vez más.

El lugar estaba exactamente igual que la última vez que lo había visto.

Los muebles en el primer piso estaban impecables. La mesa de oro en el centro tenía jarrones y revistas que algunos estaban leyendo, como si estuviesen de lo más tranquilos en la comodidad de su hogar.

El piso era de parqué claro y había una enorme alfombra en medio de toda la sala de espera. Las paredes tenían cuadros de pintura enormes. De más está decir de quién era.

Me enderecé al ver dos... tres cámaras en cada esquina del lugar. Y de seguro había más.

—Puede subir.

¿Alguna vez han sentido que irán al infierno por hacer algo malo?

Bueno, así me sentía cada vez que tenía una reunión con la dama. No importaba la cantidad de veces que la viera, siempre era el mismo sentimiento. No pude evitar no sentirme nervioso, pero lo disimulé bien. Cualquier muestra de debilidad dentro de la cueva del lobo iba a arruinarme.

Subí las escaleras con dos escoltas detrás, y cuando llegué al segundo piso, otros dos me siguieron hasta el despacho. Abrieron la puerta y entré sin que me dijeran nada.

No había nadie dentro.

—¿Hola? — giré sobre mi lugar, esperando a que alguien saliese de alguna puerta secreta, pero por supuesto que eso no pasó.

Efímero & 180 [✔️]Where stories live. Discover now