CAPÍTULO 31

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Jadiel

Había una gran diferencia entre ser cazado por un enemigo y ser cazado por Arie. Y era irónico, porque de alguna u otra manera, yo era enemigo suyo.

Estaría mintiendo si dijera que no sentí nada. Que fue un beso vacío y sin nada más ganas de sexo de por medio.

Arie... no era eso. Ella era fuego y cenizas, pasión y hielo. Dos caras de una misma moneda que no todos tenían la suerte de ver y conocer. Ella... tenía el poder de arrasar con el mundo si así lo quisiera. Quizás había sido producto del diablo, quizás había sido la mezcla entre todo lo peligroso y hermoso del mundo... no lo sabía con exactitud. De lo único que era consciente, era que había caído perdidamente en sus intensos ojos avellana. No transmitían paz; más bien, era... como ver el mundo a través de ella.

—¡Quietos!

El seguro de un arma hizo que me separe de ella y me gire a la empleada que tenía una pistola entre manos temblorosas. Llevaba un ridículo traje en negro y blanco, y su expresión era más de miedo que determinación.

Alcé las manos. Arie hizo lo mismo que yo y antes de que la empleada diera otro paso, estiré la pierna y la hice caer, causando que el arma saliera volando hacia otro lado.

—¡Corre!

La pelirroja agarró la pistola y me sujetó de la mano para salir corriendo. Habría sido más fácil huir por la entrada principal, pero tuvimos que salir por la cocina y ante la vista de las demás empleadas.

—¡Díganle al hijo de puta de Aaron que no vuelva a robarme!— gritó Arie, esta vez fuera de la casa.

Y como seguía gritando profanidades, me vi en la obligación de cargarla como costal de papas para que dejara de insultar a las pobres empleadas.

—¡Ah, bájame que todavía no termino idiota!— se aferró al gorro y comenzó a gritarles desde donde estaba hasta que por fin quedamos frente al auto.

Arie estaba casi tan roja como su cabello.

Y, como siempre: comenzó a insultarme.

—¡No había terminado de hablar, idiota!— arrastró una pierna —¡Siempre te metes en lo que hag-

La besé.

Ella enredó una de sus manos en mi cabello y me atrajo hacia sí; de un momento al otro ya no se trataba de un beso común y corriente. Quizás fue porque estuvimos mucho tiempo ahí, o quizás simplemente fue algo inevitable, pero comencé a sentir necesidad de acercarla más a mi.

—No— susurró, esta vez bajando la cabeza y con una mano sobre mi pecho —Esto probablemente termine muy mal.

Mis labios comenzaron a rozar los suyos.

—Lo sé.

—¿Algún día me dirás lo que ocultan?—murmuró, esta vez chocando su frente contra la mía.

Esa respuesta estaba más que clara desde el momento en el que la vi en el almuerzo.

—Sí— antes de que siguiera hablando, respondí a su pregunta no formulada —lo prometo.

Ella frunció las cejas.

—Iba a decir que más te vale porque si no te patearé en las bolas. 

Como siempre, tan impredecible.

—Vámonos antes de que llegue la policía— me lanzó las llaves y se fue a meter en el asiento trasero, no sin antes ponerse de puntillas para robarme un pequeño beso que me dejó quieto como un puto poste por unos segundos.

Efímero & 180 [✔️]Where stories live. Discover now