CAPÍTULO 33

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SE PRENDIÓ.

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Elliot

Una semana después.

Venecia, Italia.

Tic, tac, tic, tac.

Mi cabeza no dejaba de reproducir como disco rayado la última vez que vi a Sage.

Me uniré a la mafia rusa.dijo, de lo más normal y como si estuviera sentenciando su propia muerte Mi hermano murió. Ya no tengo protección, si me caso con el menor de los Petrova...

Negué con la cabeza y me acerqué a ella, al instante sujeté sus manos.

No conoces a mi familia, Sagebajé la mirada hacia ella No tienes idea de lo que pueden hacerte. ¿Te has vuelto loca?

Ella se apartó.

No tengo opción, Elliotme sostuvo la mirada Solo soy una bastarda y a mi único boleto de salida lo atravesó una bala por la nuca.

—¿Eso es todo?le di la espalda y pasé frustradamente mis manos por el cabello —¿vienes a decirme que no puedes estar sin mi y ahora te vas?

—Señor Van Iveren.—la puerta de la camioneta se abrió de golpe, mostrando a uno de los guardias que me acompañaban. Bajé del auto y solté un botón del saco que traía encima antes de caminar a la entrada del lujoso hotel en el que se hospedaba mi madre.

—¡¿Crees que quiero irme?!me empujó por el hombro —¡No tengo opción, Elliot! Si piensas que me voy a quedar contigo y sentenciarnos a muerte...

—¡Estamos sentenciados a muerte desde el día en el que nos conocimos, Sage!

Ella se quedó mirando hacia mi con los ojos llorosos, parecía más rota de lo normal y por más molesto que estuviera, no podía no preocuparme con ella. La conocía de tantos años y había estado enamorado de ella por mucho... pero realmente no sabía si seguía siendo así.

—Por aquí, señor— abrí la puerta por mí mismo y aflojé el cuello de la camisa. Cada vez sentía que me faltaba más aire y no sabía si era por Sage o por mi madre.

Te quiero, Elliot.

Bajé la mirada.

—¿Pero?

Ella tragó duro.

Pero no te amo.

Mis nudillos se aclararon hasta más no poder y apreté repetitivamente el botón del ascensor. El hombre a mi lado picó una sola vez y la puerta se abrió en par. Ambos entramos y aproveché para verlo de reojo. Alto, con cabello negro y ojos azules. Sus párpados eran un poco caídos y por alguna razón la cara de idiota se me hacía familiar.

—Disculpe— me giré hacia él —¿lo conozco de algún lado?— ladeé la cabeza para terminar de ver su rostro, pero la puerta se abrió de golpe y él salió del ascensor sin mirar hacia atrás.

Una mujer lo esperaba con una sonrisa.

—¡Trevor, cariño!— sonrió de oreja a oreja. El hombre se giró hacia mí y cuando me abalancé hacia él, choqué contra la puerta del ascensor en medio salto.

Efímero & 180 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora