CAPÍTULO 1

276 76 96
                                    

Arie

—No puedo creer que a ustedes los ricos les importe una mierda el transporte público— chistó mi mejor amiga, Larissa, abriendo la puerta del auto —Oh, olvídalo. Lo creo por completo— me empujó a un lado para acomodarse en el asiento trasero conmigo. Las últimas semanas había estado insoportable, casi no podía desayunar en paz con todas sus quejas mañaneras, especialmente los dos últimos días de nuestras vacaciones antes de entrar oficialmente a la universidad.

¡Wuju! me moría por pasarla de lo mejor en mi primer día de clases. Digo, era un puto sueño hecho realidad tener descansos de tres horas y sentarme cinco frente a un pizarrón. Y de plus, tenía que aguantar el dolor de culo.

—¡Arie! deja de mirar a la nada y hazme caso—comenzó a chasquear los dedos frente a mi — ahora, me voy a morir como campanita por falta de atención.

—Estoy tratando de recordar mi horario y una vocecita está molestando igual que un mosquito, Is— le hice una mueca para que se callara y seguí con las manos metidas en los bolsillos. Tenía la mochila en el regazo y la mitad de la cara pegada a la ventana, ansiosa de llegar al nuevo infierno.

Sí, la universidad de Grant definitivamente le hacía justicia a las anécdotas de mi abuelo. Era grandísima. Y no dejaban de aparcar autos de lujo.

Miré fijamente por debajo de mis lentes de sol —ni siquiera estábamos en verano— buscando a algunos de mis compañeros del instituto, y casi, solo casi me sentí aliviada de no ver a ninguno... Hasta que vi a Lauren Grif, la maldita hija del vicepresidente. Hice una mueca de asco.

Pero... ¡no! Eso definitivamente no iba a malograr mi instinto universitario.

Le di una ojeada al lugar, parecía una viva y justa copia de Hogwarts... pero menos darks y con muchísimas áreas verdes. Ya saben, como uno más moderno y sin magia, por supuesto.

—Menuda mierda, Is—esbocé una sonrisa de oreja a oreja al ver que comenzamos a aparcar —¡OFICIALMENTE SOMOS UNIVERSITARIAS!— me giré hacia ella, que tímidamente se pasaba las manos por su cabello negro azabache. Se acomodó la falda y tomó una bocanada de aire.

—¿Qué pasa?— pregunté, dándole un empujoncito en el hombro que claramente ignoró.

Cuando estábamos solas, la malhumorada era yo, pero en público... era absolutamente todo lo contrario.

—Solo son nervios— se excusó, con un hilito de voz.

No tardé en salir del auto y arrastrar a Larissa conmigo. ¡Pero si ese era nuestro gran día! Comencé a revisar nuestro horario como si mi vida dependiera de ello y luego le di una ojeada a mi mejor amiga.

—Ok, estoy libre en cuatro horas, avísame cuando salgas—comencé a caminar en diferente dirección, abriéndome paso entre los demás estudiantes. Larissa se removió incómoda en su lugar y se dio vuelta, yendo en sentido contrario.

Según mi horario, tendría arte y guerra a primera hora.

Puse una mueca de asco. Y volví a sonreír cuando un chico lindo pasó por mi lado. Estaba segura de que era hijo de uno de los ministros. Lo había visto en algún que otro evento, pero no era momento para ligues de los que después me arrepentiría, así que decidí seguir con mi camino. 

Bien, no había nada que temer,  ¿cierto? Solo era la universidad... lo podía controlar. Después de todo, la suerte estaba de mi lado.

Ay no, ya empezaste.

¡Shhhh! me interrumpes.

Entré al salón, y nadie notó mi presencia. Golpe duro. Uno muy duro a mi ego.

Efímero & 180 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora