CAPÍTULO 2

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El último año de mi vida ha sido crucial para mi. Con la llegada de mi hermano del centro psiquiátrico, las cosas estaban tensísimas en casa, así que en vez de regresar a mi tóxica y nada entrañable morada, había decidido alojarme en uno de los edificios del campus.

Digo, el lugar era cero clasista. Las habitaciones más caras estaban a 15 minutos de la entrada principal de la universidad, y las más accesibles, básicamente al lado. El campus era tan extenso que las residencias estaban fuera de la entrada principal. Parecía una ciudad. Una ciudad universitaria. Básicamente, todo gritaba: Eres rico o un genio para estar aquí.

Tomé el ascensor mientras Larissa me contaba cómo le había ido en el día. A diferencia de mi, ella se la había pasado en grande. Uno de sus compañeros de clase se había burlado de ella en el almuerzo. Dios, ¿Por qué la gente estaba tan acomplejada con el físico? Larissa era preciosa. Una diosa. Divina en todo el sentido de la palabra. Era llenita y tenía unas caderas sacadas del mismo infierno.

Afortunadamente, todo ese altercado había hecho que se consiguiera una nueva amiga. Según Larissa, ella también estudiaba arquitectura, pero iba un año más adelante. Se había ofrecido a acompañarla a las clases de ese día y acababa de conocer a sus hermanos.
Sí, me habría gustado seguir hablando de ello, pero dejé de prestar atención en ese momento, y me limité a asentir.

—Lamento no haber estado ahí cuando ese idiota comenzó a molestarte— desvié el tema de golpe —Desde luego, me habría gustado estar presente para tirarle una patada en las bolas—casi comencé a hacer una pose de ninja, pero el ascensor se abrió, mostrando una amplia puerta de madera blanca.

—¿Tienes las llaves?— me giré hacia Larissa, pero ella ya estaba adentrándose en... ¿un departamento? Bueno, eso definitivamente fue más de lo que esperé. Usualmente, en las fraternidades, las habitaciones eran pequeñas y con paredes quebradizas, pero ese lugar... no podía estar más que satisfecha.

—¿Hola?— una voz femenina se escuchó desde... ¿arriba? Supuse que si, considerando que, en donde estábamos, solo había un pequeño lobby, y una puerta con un toque minimalista que separaba la sala de la entrada principal. Sí, definitivamente esta era "la habitación" más grande. Y yo no tenía ni la más mínima idea de en cuánto había gastado por dos habitaciones del piso.

—No puedo creer que nos hayas pagado esto—murmuró Larissa a mi lado, dejando su bolso encima de una mesita blanca en el centro del pequeño lobby.

Bueno, cuando Larissa se ganó esa beca —porque sí, ella era la cerebrito— lo mínimo que podía hacer era obligarla a compartir habitación conmigo. Después de todo, ella era la única persona que había estado a mi lado los últimos... ¿Once años?
Podría decir que la quería más que a mi propia familia.

—Tampoco yo— hundí los hombros —pero me moriré de hambre si no estás conmigo. Fue por puro instinto de supervivencia— dejé mi chaqueta en el perchero al lado. Casi había olvidado que segundos atrás, alguien nos había saludado. Hasta que, por su puesto, volvió a hablar.

—¿Son Arie y Larissa?— preguntó esta vez, bajando las escaleras con total rapidez.

Si despertaba cada día y me apreciaba en el espejo por unos diez minutos, definitivamente con el rostro de esa chica me habría apreciado treinta.

Mi cara acababa de ser pisoteada por una rubia con el mismo perfil del logo de Barbie. A decir verdad, parecía Barbie; ojos azules, nariz perfectamente perfilada, labios carnosos y piel tan limpia como la porcelana. De no ser por el rubor en sus mejillas, podría jurar que era tan pálida como el papel.

Habría saludado, pero Larissa se había lanzado a abrazarla.

Ok, la situación se volvió incómoda. ¿De qué me había perdido?

Efímero & 180 [✔️]Where stories live. Discover now