CAPÍTULO 9

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El almuerzo había transcurrido mediante risas y menciones de futuros proyectos. Mi celular no dejaba de vibrar por los mensajes de Larissa y Megan, así que terminé por apagarlo mientras me dedicaba a cortar en trocitos el pedazo de carne en mi plato. Steven y Blake no dejaban de hablar con Aluce y Eugene, que se veían gustosos ante todo el teatro que había montado mi abuelo para ganárselos.
Por lo poco que había hablado con ellos, eran bastante amables. ¿Cómo rayos habían tenido hijos tan amargados y arrogantes?

Claro, a excepción de Megan.

A pesar de lo mucho que estaba curioseando con los padres de mi amiga, estaba algo... incómoda. Me preguntaba si sabían que estaban condenándome a alguno de los tres idiotas, o si, por lo menos, sabían sobre la existencia de la alianza entre nuestras familias.

En esos momentos, lo único que pensaba era en lo muy egoísta que podía llegar a ser. A lo mejor, ellos no tenían ni idea de que mi familia me utilizaba como prostituta, a lo mejor solo creían que me gustaba salir con el  primer chico que se me cruzaba. De todas maneras, nos conocíamos desde poco tiempo y hasta ese momento, los únicos que me habían caído bien eran Megan... y hasta cierto punto, el malhumorado de Collin.

En realidad, no hacía más que distraerme ante todo el dolor y carga emocional que trataba de enterrar a tres metros bajo tierra. Otra parte de mi, me reprochaba el no afrontar mis problemas y tirarle la pelota a un grupo de personas que no tenían que ver. Pero, a fin de cuentas, era cobarde. Así que por más estúpido que pueda llegar a sonar, si tenía la oportunidad de desahogarme de otra manera, lo iba a hacer sin dudarlo.

Y si alguien pensaba señalarme por eso, lo mandaría a la mierda. Fácil era hablar y soltar consejos.

—Arie, tu madre nos comentó que eres fan del patinaje sobre hielo.

Después de que saliera de su boca, ya no mucho.

—Tengo otras preferencias ahora, para ser honesta— respondí con una sonrisa. Hasta ese momento, las únicas personas que existían eran los pares de socios sentados frente a mi. La pelirroja al lado suyo y el anciano al otro realmente me valían una mierda. Y ni hablar de los que estaban sentados en mi fila.

—Arya es...— comenzó a hablar mi madre, pero la rubia apoyó ambas manos en la mesa con curiosidad.

—Estoy hablando con Arie— comentó, causando que le sonriera con agradecimiento —¿Qué te gusta?

Fingí tomarme mi tiempo para pensar. Realmente no tenía muchos hobbies. Como dije, pésima leyendo... y para muchas cosas más, pero fan del patinaje sobre hielo, mi propia voz y tarjeta de crédito.

—Me gusta leer— dije, a fin de cuentas, ellos no me conocían y yo tampoco. Pude escuchar a alguien atragantándose con su bebida, y efectivamente fue Megan a dos asientos después del mío.

—¿En serio? ¿Y qué has leído?

Le di un sorbo a mi jugo.

—Ya sabe... a Ed Sheeran.

Esta vez fue Jadiel quien se atoró. Se dio unos golpecitos en el centro del pecho y por primera vez en todo el almuerzo, uno de los tres idiotas se atrevió a hablar.

—Perdón. Es que también me fascinan las novelas de Ed Sheeran. Especialmente la de "Dame tu amor"... un ídolo.

Me giré hacia él entrecerrando los ojos y con una mueca antes de picar con fuerza uno de los trozos de carne que había cortado.

¿Es que los tres siempre van vestidos de a conjunto?

—Ya veo— sonrió Aluce, esta vez dando una mirada rápida a sus cuatro hijos. —En uno de nuestros clubs tenemos una pista de hielo, puedes ir cuando te apetezca.

Efímero & 180 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora