EXTRA (4) - ÚLTIMO

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Tipo de narrador: omnisciente

Megan

Upper East Side, EEUU.

Megan odiaba las reuniones familiares de su esposo. Especialmente si la víbora de su suegra le recordaba amablemente que su familia había ido a la quiebra por malversación de fondos. La parte más interesante, era que ese había sido un crimen de miles; pero por supuesto que nadie lo sabía. Para el mundo; los Van Iveren habían desaparecido de la faz de la tierra por quién sabe qué. Claro, a excepción de ella, y su padre, que estaba bajo custodia por el IMG3 (Otra cosa que a excepción de su marido, nadie sabía).

Eran alrededor de las ocho. Megan lucía un lindo vestido color verde jade. Su esposo estaba a su lado, con la mano en el pequeño vientre de la rubia, que no dejaba de reír ante los chistes de su cuñado.

—¡Hubieras visto a Sebastian de niño!— hizo un ademán con la mano y uno de los empleados apagó las luces. Poco después, el proyector se encendió, mostrando al galán de sus sueños de niño. Era rechoncho y una ternura.

—Esperemos que se parezca a ti, Alexander— La voz de su suegra hizo que pusiera una mueca de disgusto. Por lo menos, ya se había acostumbrado a ella.

—¿Qué tal van las ventas este mes, Meg?— preguntó su cuñada, logrando que la rubia parara una mano por la nuca de su esposo y para débilmente sus dedos por su cabello moreno.

—Bien. No he estado tan presente en la oficina por las consultas con el obstetra, pero hasta donde me han mantenido informada, todo está bien.

—¿Y el bebé?

—En perfecto estado— sonrió —Faltan unas dos semanas para que se cumplan cinco meses.

Mackenzie posó una mano en su vientre.

—Me habría gustado que fuesen dos— se lamentó —y tú, que dejaras de ser parte de ese horroroso trabajo en el que te pagan mal— se dirigió a su hermano, que había comenzado a jugar con las mangas de su saco.

—No me pagan mal— se quejó Sebastian, haciendo una mueca entre digno y hastiado —Es complicado, y ya.

Muy complicado. Después de todo, ser parte del IMG3 no era nada fácil.

Mackenzie ignoró a su hermano pequeño y dio dos palmadas. El proyector se apagó y prendió hasta que un video comenzó a reproducirse.

Había dos niños jugando en un gran patio. Saltaban y gritaban con pelotas en las manos. No debían de tener más de seis años.

—Eras muy unida a tus hermanos.

A Megan se le paralizó el corazón en ese momento. Su vista se nubló cuando dos niños más aparecieron en el video. Tenían el cabello oscuro y los ojos claros. Uno era más grande que el otro y se aseguraba de que ninguno de los pequeños se cayera o golpeara.

—¿Tenías un hermano mellizo, cierto?— preguntó su suegra, aunque sabía que no era porque realmente le interesara su vida.

—Basta— bramó Sebastian, esta vez dando la orden de que pausaran el video. —Nos vamos.

—¡Es noche buena!

—Pues pásala de maravilla— recogió la pequeña cartera que había traído su esposa y la guió por la salida del lujoso local. Debía de haber sabido que no tenían ninguna buena intención de acoplarla a la familia. ¿En qué estaba pensando? Si tan solo no se hubiera alejado dos minutos...

Megan posó una mano en el pecho de su esposo. Él apartó la inmensidad de quejas en su cabeza y se concentró en ella sin pensarlo dos veces.

—¿Quieres ir a casa?— puso una mano sobre su mejilla. Ella negó con la cabeza y cerró los ojos cuando él apartó las lágrimas que se habían escapado de sus ojos.

Efímero & 180 [✔️]Where stories live. Discover now