Un año recuperándose de un terrible accidente, uno que marcó un antes y un después en la vida de Verónica Lodge.
Un año desde que la vida como la conocía había desaparecido y en los que había tenido que adaptarse poco a poco a la realidad que ahora...
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Un pensamiento recurrente domina mi cabeza, la misma pregunta desde hace rato ¿De qué es capaz Christian?
Es solo mencionarlo en mi mente y su rostro se atraviesa en mi campo de visión con unos papeles y una sonrisa, como si nada estuviera pasando.
—Christian... basta de juegos tontos... no puedes tomarme, decir que soy tuya y esperar que lo acepte sin más, necesito que me expliques...
—Hay muchas cosas que no te puedo explicar, una vez... —Hace una pausa y se da la vuelta. —Una vez, hace años me equivoqué hice algo que no pude arreglar y no quiero que esto pase ahora.
—No entiendo que es lo que eso tiene que ver conmigo Christian y ya no sé si me siento segura contigo. No sé si eres un buen doctor o eres un psicópata y yo soy tu blanco...
El suspira y es la primera vez que veo algo de su lado humano, una de las pocas veces en que me mira y de sus labios no sale veneno.
—No puedes definirme, tal vez usar palabras para acercarte, diablo, chernobyl, tal vez tu pesadilla, no lo sé. —Toma mi nuca con ambas manos muy suave, pero impidiendo que me mueva de manera brusca. —Pero algo si soy, el demonio más posesivo de tu infierno.
Se acerca a mis labios y cierro mis ojos esperando el beso, mi cuerpo estaba listo para sentir ese ardor que crecía en mi cada vez que Christian estaba cerca, pero no llega, abro los ojos y está sentado otra vez con sus papeles.
Y yo con cara de pescado fuera del agua esperando un beso de el...
—¿Que le hiciste al extraño? —Digo ignorando aquello y sentándome a un lado de el en la cama que le quedaba más cerca.
—¿A quién? —Me mira extrañado e intento de todas formas recordar su nombre, pero es en vano.
—Al que... —Le señalo los chupetones y el rueda los ojos levantándose y buscando mi maquillaje sacando el rímel y una brocha de sombras, rascando su cabeza cuándo me lo entrega.
—Tápate eso... —Mira todas las cosas que hay y es como si su cerebro explotara haciéndome sonreír.
—¿Quieres que tape esto, con rímel y una brocha?
—Da igual. —Rasca su cabeza y vuelve a sentarse aun con semblante confundido.
Niego sonriendo y tomo algo de base buscando la brocha correspondiente y la aplicó difuminando la "mancha" que tanto le molestaba.
—¿Qué le hiciste? —Paso algo de polvo sobre la base, concentrada en el espejo que tenía en frente.
—¿Por qué te importa tanto?
—Porque él es una persona, una con sentimientos y tu bueno... —El me mira intentando hacerse el ofendido pero su sonrisa lo delata.
—Todo lo que diga con este uniforme lo hace real. —Deja los papeles a un lado y apoya sus codos en sus rodillas y sus ojos en los míos. —Les hice una advertencia a ambos, misma que ignoraron y en términos ficticios... yo no patrocino la guerra, pero a ninguno se la niego.
