21- Recuerdos que llegan por mil 2

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La noche continuaba en calma mientras afuera se desataba una nevada, Caulifla subió las mangas de su kimono y quitó sus brazaletes.
Goku observó atónito como habían varias marcas de violencia en sus muñecas.

—¿Qué te pasó? — musitó preocupado el mayor.

—Esto... es culpa de mi hermano mayor— contestó Caulifla, sus lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

El saiyajin mayor la tomó de los hombros y la giró para que se vieran a los ojos, Caulifla lo observó con timidez sintiendo una cálida sensación en su pecho.
Se sentía protegida, no le importaba donde estuviera si sólo contaba con la compañía de Goku. La joven abrazó la espalda de su pareja.

—¿Quieres seguir contándome? — le preguntó Goku acariciando su cabello.

—Creo que mereces saberlo — murmuró la saiyajin.

La chica se acomodó en los brazos del saiyajin sintiendo el calor que desprendía su cuerpo, el vivir tranquilamente le reconfortaba de la mejor manera.

(...)

Año 759

La pequeña saiyajin ahora llevaba unos brazaletes de color oscuro que le protegerían las heridas que su hermano mayor le causó, la chica saiyajin permanecía sentada frente a un puesto de frutas y hortalizas frescas que era de su madre.

Caulifla miró los brazaletes con curiosidad, le agradaba tenerlos ya que le hacían sentir más cómoda, los saiyajin se acercaban al lugar a comprar sus víveres.

—Cau, hija, ¿puedes pasarme esos frutos? — preguntó la mayor.

—Claro que sí, mamá — sonrió la niña, se acercó a la pequeña bolsita donde habían nueces y frutos secos para su madre —toma, mamá — dijo Caulifla entregando la bolsa.

—Gracias, hija — le sonrió la mayor a la pequeña.

El padre de Caulifla se acercó con una bolsa en su hombro, el hombre se acercó a su esposa y le dio un casto beso en los labios, luego revolvió el cabello de Caulifla provocándole una risa en la pequeña.

—¿Cómo ha estado el trabajo, Saquia? — preguntó el hombre.

—Bastante productivo, aun así me preocupa que Caulifla no tenga a nadie más que nosotros — murmuró la madre de Caulifla que observaba a la chica jugar con unas rocas en el suelo.

—Sí, es cierto, y sólo por su fuerza que mostró desde que era más pequeña — colocó la bolsa sobre una silla detrás de la mesa —Traje carne, tuvimos una caza productiva — explicó el hombre.

Saquia sonrió ampliamente pues conocía el apetito de su hija y su esposo, aunque el de Renso no era muy parecido al de ambos sí que comía bastante.

Un destello brillante de color morado se hizo presente en todo el lugar, y segundos después una enorme explosión hizo que todo se destruyera e incendiara. Caulifla quedó debajo de unos escombros con varias heridas.

Observó atónita a dos soldados con los uniformes de la defensa de Sadala sosteniendo a su madre y a su padre del cuello. No pasaron ni diez segundos cuando ellos les atravesaron el pecho matándolos al instante.

—¡Nooo, malditos! — gritó Caulifla y se lanzó iracunda contra ellos a darles una patada a cada uno en el rostro —Mamá, papá — susurró entre el llanto mirando a los dos ya fallecidos, luego tomó un amuleto que tenía su padre —¿Por qué me dejaron tan pequeña, mamá, papá?

Los demás soldados mataban a los demás habitantes de aquella pequeña aldea ignorando por completo a los chicos huérfanos, se enfocaron en los que suponían una amenaza para el cruel rey Sarat VI.

Beyond the Limits (Fuerza y Valor 2)Where stories live. Discover now