Capítulo 70: Te amo mi güera

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– ¿De quién?– pregunta con curiosidad, pero Mónica se queda en silencio– ¿De quién Mónica?

– Mmm...olvídalo mamá. Mejor dejémoslo así. No tengo pruebas para culpar a nadie.

– Pero si llegas a saber algo ¿me lo dirás?

– Obviamente. Yo quiero que tu seas feliz.

– Con los hombres que me busco parece que será imposible...– dice quitándose la ropa para volver a meterse a la cama.

– ¿Te vas a quedar aquí?– pregunta cuando la ve acostándose nuevamente.

– Si.

– ¿No piensas ir a la constructora?

– No, no quiero ver a José Luis.

– Mamá, pero esto te hará mal– se sienta a su lado.

– No importa, no quiero verlo, no me siento lista para enfrentarlo– se acuesta de lado y se acurruca entre las sábanas– Si necesitas irte todo bien, yo igual prefiero estar sola en este momento.

– Mm– le acaricia la cabeza– Está bien, solo te dejo aquí para que descanses, pero cualquier cosa que ocurra me llamas ¿bueno?

– Está bien– le hace una pequeña caricia en la mano y Mónica pronto se levanta de la cama.

Altagracia queda nuevamente sola en su cuarto. El dolor la estaba apagando por dentro, no tenía deseos de hacer más nada que estar ahí, esperando en silencio a que el amor dejara de hacerle daño. Por momentos las lágrimas caían solas de sus ojos ya hinchados y se las secaba de inmediato intentando así borrar la idea de separarse de José Luis. Sin embargo, se le hacía imposible no pensar en eso. Lo extrañaba, lo necesitaba, quería su piel, sus labios, su alma...

– Doñita...– entra Magdalena con cuidado al cuarto luego de varias horas.

– Dime– dice en una voz casi inaudible sin voltearse en la cama para mirarla.

– Es que no ha comido nada hoy. Me preocupa ¿no quiere algo?

– No Magdalena, no tengo hambre.

– Se me va a enfermar si sigue así.

– Más tarde como algo ¿bueno? Ahorita no.

– Está bien doña, cualquier cosa me avisa.

El dolor ya no le permitía suplir las necesidades básicas de su cuerpo. En este momento, su única necesidad era José Luis.

Por otro lado, Magdalena, preocupada por su patrona decide llamar a Mónica. Ella le había pedido que le informara cómo iba su madre durante el día y ya no sabía cómo hacer para que se levantara a comer.

¿Bueno?

– Moniquita, mija, te llamaba por tu mamá.

¿Le pasó algo?– pregunta preocupada.

– Nada grave, pero ya no come nada. Pasan de las cuatro de la tarde y no ha probado bocado. Estoy muy preocupada.

Está sufriendo tanto...

– ¿Y si habla con el señor ese?

¿Con José Luis?

– Si, ese mismito. Quizás el pueda hacer algo para que lo perdone y ya deje de hacerla sufrir.

Mm no creo que a mi mamá le guste eso, pero...podría funcionar.

– Haz el intento y me cuentas ¿si?

Infielmente TuyaWhere stories live. Discover now