Capítulo 3: Te quiero lejos

1K 80 5
                                    

El agua fría corría por todo su cuerpo, por cada músculo, cada curva de su pecho mientras con sus manos la retiraba de su cabello. José Luis ni dándose una ducha fría podía dejar de pensar en lo sucedido. Esa mujer había llegado de la nada a destruir todo, a hacerle sentir inseguro, a quedarse en su mente. Tenía que sacarla de su empresa lo antes posible o terminaría volviéndose loco. De pronto, siente las delgadas manos de su esposa sobre su pecho.

–Uy– dice al sentir el agua– Está muy fría– le besa la espalda.

–Eleonora, no puedo ahora– dice intentando echarla.

–Déjame relajarte un poco– baja sus manos hasta su miembro y comienza a tocarlo– Estás muy tenso.

–¡Ya déjame Altagracia!– se sorprende luego de haber notado cómo confundió sus nombres.

–¿Quién es Altagracia?– dice soltándolo rápidamente.

–Eleonora– se gira y la mira– Lo siento, es el estrés.

Su esposa lo mira y se retira de la ducha decepcionada. Estaba segura que ese era el nombre de su amante de turno. José Luis parecía no cansarse de engañarla.

El empresario se sale rápidamente de la ducha, se pone una toalla alrededor de las caderas y sale detrás de su esposa para explicarle que nada era como probablemente se lo estaba imaginando.

–Eleonora, escúchame· dice persiguiéndola por la habitación.

–Otra vez me estás engañando José Luis– le reclama entre llanto.

–Eso no es así, Altagracia no es mi amante. Jamás podría estar con alguien como ella.

–¿Y quién es entonces?– se sienta en la cama.

–¿Recuerdas el caso de la ex dueña de la constructora?

–Claro, era esta mujer...– dice intentando recordar su nombre.

–Altagracia Sandoval– dice de pie frente a su mujer– Volvió a la empresa y eso me tiene tenso, eso es todo.

·¿Y cómo sé que no me estás mintiendo otra vez José Luis?

–Si quieres mañana vas a la empresa y lo compruebas tu misma– se agacha y sube su mano por su muslo levantando la bata que recién se había puesto– No quiero que desconfíes de mi.

Ella lo mira y comienza a ceder ante las caricias de su esposo. No solían tener sexo muy seguido, por lo que cada invitación a hacerlo ella lo aprovechaba. José Luis se pone un preservativo y sin siquiera terminar de quitarle la bata, entra en ella de una vez. En cada embestida ella lo nombra, una y otra vez, pero él solo cierra los ojos hasta llegar a su clímax. Se levanta de la cama y se dirige al baño para retirarse el preservativo.

Eleonora estaba acostumbrada a la frialdad de su esposo, aunque no le gustara nada. Toma una píldora de su mesa de noche y se dispone a dormir. Cuando José Luis vuelve al dormitorio, ve a su mujer durmiendo. Sabía muy bien que cada noche se dopaba y quedaba como muerta en la cama. Eso era algo que lo tenía más que desencantado de su mujer, y no sentía ni deseo ni amor por ella.

Esa noche apenas pudo dormir. Se sorprendió recordando su fatal encuentro con Altagracia, pero no solo eso. Había algo en ella que lo intrigaba demasiado, algo que no le permitía dejar de pensarla. En más de una ocasión pensó en robarle una de sus píldoras a Eleonora para dejar de pensar y descansar, pero se reprimía a hacerlo cuando pensaba en que tenía que madrugar.

Infielmente TuyaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant