Capítulo 35: Quédate conmigo

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Luego del encuentro con José Luis, Martín se dirige a la oficina de Altagracia. Cuando llega la ve como siempre concentrada en su laptop y con un montón de papeles en su escritorio.

– Mi amor, no estás lista– dice entrando.

– Ah Martín– dice como si hubiese estado esperando a alguien más– ya termino.

– Bueno, te espero preciosa.

– Déjame apagar esto– dice cerrando la laptop– y dejar algo ordenados estos documentos...– se apresura para dejar todo listo– Ya, ya está– le sonríe y toma su bolso.

Ambos se dirigen al elevador para salir de la empresa. Una vez adentro, Martín presiona el botón para descender, pero cuando las puertas comienzan a cerrarse, Altagracia alcanza a ver a José Luis observándola. Sus ojos se conectan hasta que el aluminio de las puertas se interpone entre ellos. La doña se queda congelada al verlo. Sabía que no era agradable para el tener que verla con Martín, pero las cosas eran así, y no había nada que hacer al respecto.

– Mi amor, ¿estás bien?– pregunta al verla desconcentrada.

– Si, todo bien– le sonríe.

Llegan al primer piso y se dirigen al restaurante donde Martín había hecho la reservación.

El lugar estaba lleno de luces, y el techo estaba hecho de vidrio, el cual permitía ver las estrellas

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El lugar estaba lleno de luces, y el techo estaba hecho de vidrio, el cual permitía ver las estrellas.

Ambos toman asiento y piden la cena. El vino blanco en la copa de Altagracia reflejaba las luces, pero ella no podía apartar su mente del empresario.

– Altagracia ¿estás segura que estás bien?– dice al verla tan ida.

– Si, perdón– toma la copa y bebe vino– ¿Quieres un poco?

– No preciosa, no puedo beber.

– ¿Me podrías decir por qué no bebes? Siempre me dices que no puedes pero nunca me cuentas el porqué.

– Está bien, te contaré– le toma una mano– Lo que sucede es que hace años tuve un problema con el alcohol. Solía beber todos los días en grandes cantidades, hasta que un día iba conduciendo con mi novia y por mi culpa sufrimos un grave accidente. Ella casi pierde la vida y yo la perdí a ella. Desde ahí, comencé a ir a terapia para dejar el alcohol. Por eso no bebo.

– Ya veo...No sabía todo eso.

– Es que no es algo de lo que yo me sienta muy orgulloso.

– Entiendo. Bueno, al menos ahora se que no debo ofrecerte más alcohol–le sonríe.

– Cierto– le sonríe de vuelta– Altagracia, yo quería darte algo– saca del bolsillo de su saco la caja y los boletos de avión– Ten– dice entregándole la caja.

– ¿Y esto?– dice abriéndola.

– Es un regalo previo a nuestro aniversario– le sonríe– Quería darte algo elegante, así como tú, fuerte, que imponga.

Infielmente TuyaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang