Capítulo 30: Te necesito...

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Cuando Altagracia llega a su casa, Martín ya se encontraba acostado. Ya eran más de las 23hrs y su esposo había cenado sin ella.

La doña se despide de Matamoros y sube sin comer. Estaba realmente cansada y su encuentro con José Luis la había dejado exhausta.

Al entrar a la habitación, Martin estaba sentado sobre la cama.

– Buenas noches– le sonríe.

– Llegaste bien tarde hoy...

La queda mirando como intentando leer sus pensamientos

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La queda mirando como intentando leer sus pensamientos. Quería saber dónde había estado, con quién y porqué hasta tan tarde, pero intentó contenerse. No tenía ganas de arruinar el poco acercamiento que habían tenido estos días.

– Si, es que tuve más trabajo de lo normal– se quita el abrigo y los zapatos.

– Ya veo... 

– ¿Te pasa algo a ti?– le pregunta al verlo tan serio.

– Altagracia...– se acerca a ella– ¿Tu no me estás engañando verdad?

La pregunta de Martín la deja en silencio. Estaba comenzando a dudar de ella, quizás algo estaba haciendo mal y saldría descubierta.

– Respóndeme Altagracia– dice acercándose a ella.

– Martín, ¿Qué te hace pensar algo así?

– Todo Altagracia, todo. Ya no me tocas, no me buscas. Llegas muy tarde, no te veo Altagracia.

– Ay Martín, estás exagerando– se aleja de el y entra al baño, pero detrás va él.

– No estoy exagerando Altagracia. Yo sé que tú no me amas, pero habíamos quedado en que al menos me respetarías.

– Y te he respetado Martin. Estás inventando cosas en tu cabeza.

– No se Altagracia, algo te sucede y no me voy a cansar hasta descubrir que te ocurre– sale del baño y se vuelve a meter a la cama.

Luego de unos minutos, Altagracia sale del baño en ropa interior y toma una bata, se la pone y sale de la habitación. No quería dormir esa noche al lado de Martín. La tenía harta con sus celos y discusiones que para ella no eran necesarias.

[...]

Las días pasan y la construcción del edificio seguía en pie. Las cosas con el arquitecto estaban en calma, Altagracia y José Luis se habían encargado de seguir los consejos de Saúl y evitaban entrar en conflictos con él.

– Buenos días hermosa– dice entrando en la oficina de Altagracia.

– Buenos días guapo– le sonríe y se pone de pie para saludarlo.

La doña toma el rostro del empresario y lo besa con dulzura.

– Mm– dice saboreando sus labios– Me encanta cuando andas así– la apega a su cuerpo.

Infielmente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora