Capítulo 69: Almas rotas

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José Luis reacciona y corre detrás de ella para intentar alcanzarla, pero al llegar a la entrada de la constructora, Matamoros lo detiene de una vez antes de que el pudiera hablarle a su rubia.

– Matamoros ¿Qué haces hombre? ¿Qué no ves que tengo que hablar con ella?– le reclama angustiado.

– Señor, no sé que hizo, pero la doña no quiere verlo ahora. Déjeme hablar con ella, no se acerque o solo empeorará las cosas.

– ¡Altagracia!– le grita hacia el carro– ¡Altagracia, mi amor!

– No insista señor, por favor.

El empresario se calma y observa como Matamoros se lleva a Altagracia lejos de la empresa. No sabía qué hacer, cómo recuperarla y hacer que confiara en el otra vez. No entendía realmente lo que estaba sucediendo, estaba asustado, preocupado. Lo único que sabía era que Eleonora tendría que darle una explicación cuanto antes.

Sale del edificio y se monta en su carro para ir a su casa a hablar con su ex mujer. Necesitaba entender lo del embarazo. Era imposible, el no la había vuelto a tocar en meses. A la única mujer que sus manos no se resistían a sentir era Altagracia. La amaba con locura y no estaba dispuesto a perderla. No así.

Al cabo de unos minutos, el empresario llega hecho furia a la casa. Busca a Eleonora por cada habitación hasta que llega a su estudio. La ex mujer de José Luis solía pintar en sus tiempos libres (y vaya que tenía tiempo libre). Entra y la toma del brazo con fuerza.

– Auch – se queja– ¿Qué te pasa José Luis?

– ¿Qué te pasa a ti Eleonora?– le levanta la voz– ¿Qué carajos es eso del embarazo?

– Ah ya te vino con el cuento tu amante– ríe– Si José Luis, vas a ser padre.

– ¡Eso es imposible Eleonora! Yo no te he tocado– la suelta bruscamente.

– Claro que si, estabas ebrio pero me hiciste el amor como un loco José Luis.

– ¡Mentira! Esto no es cierto– dice ya angustiado– ¿Cuánto tiempo tienes?

– Diez semanas, y debo cuidarme José Luis o perderé a tu hijo.

– ¡Dios mío!– golpea la pared con el puño– No puede estar pasando esto...

– Bueno, pero si está sucediendo mi amor– le acaricia la espalda.

– Ya déjame– hace un movimiento con el brazo para apartarla.

José Luis la mira y luego se marcha del estudio de su esposa. No quería verla y cometer una locura, ya que en ese momento solo quería matarla. Se encierra en el cuarto y toma su teléfono. Observa el número de Altagracia y decide marcarle. No sabía que le diría, pero necesitaba oírla, pedirle perdón, cualquier cosa para no apartarla de su lado. Marca un par de veces y luego oye como la llamada se corta. Vuelve a marcar y otra vez lo mismo hasta que ya la llamada no le entra. Se sentía desesperado, quería correr hacia donde ella estuviera, tomarla en sus brazos y no volver a soltarla, pero ya nada de eso parecía posible. Finalmente decide meterse a la ducha para poder sacarse de alguna manera todo lo que traía encima. Creía que así se quitaría todo el peso emocional de su espalda a causa de esta noticia inesperada. Se quita la ropa y se posiciona bajo la regadera mientras el agua tibia corre por su cuerpo.

Por unos minutos pudo relajarse, dejar de pensar, pero no duró mucho tiempo así. El dolor en el pecho se volvía cada vez más fuerte y lo único que tenía en su cabeza era Altagracia. Ella era todo lo que él quería, todo lo que anhelaba. Apoya sus manos en la fría pared y deja caer algunas lágrimas por su rostro.

Infielmente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora