Capítulo 8: La guerra no acaba

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La Doña sube en el elevador a su oficina, pero cuando se está cerrando, una mano gruesa y grande lo detiene.

– Señora Sandoval– sonríe al verla adentro.

Estaba realmente hermosa. Su aroma inundaba el espacio por completo.

– Navarrete– lo mira a los ojos.

– Te ves muy bien hoy– sonríe y se acomoda a su lado.

– Gracias– dice en seco.

– ¿Te dijeron algo anoche?

– ¿Sobre qué?– lo mira.

– Por llegar tan tarde– se posiciona frente a ella– Te quité mucho tiempo en el que pudiste haber estado con tu esposo.

– No seas ridículo José Luis– sonríe y rueda los ojos– No tardaste mucho la verdad.

El la mira algo herido por hacerle ver poco masculino, pero como por un impulso la vuelve a tomar de la cintura y la apega firmemente a su cuerpo.

– Suéltame José Luis– dice con una expresión de rabia en su cara.

– ¿Ahora sí soy José Luis?– ríe– ¿Estás segura que no quieres saber cuánto duro realmente?

De pronto, el elevador comienza a abrirse y José Luis la suelta de inmediato. Altagracia sale disparada a su oficina y el la pierde de vista.

– ¿Qué te pasa cabrón?– se reclama a si mismo.

Se estaba dejando llevar más de la cuenta por su masculinidad. Quizás eran sus deseos por poseer a una mujer hermosa, o las ganas de demostrarle que el si era suficiente, pero esto se le estaba saliendo lentamente de control.

Cuando Altagracia llega a su oficina, se sienta y se toma la cabeza con ambas manos apoyando sus codos en el escritorio. Ese tipo realmente sabía cómo hacerla sentir incómoda. Ningún otro se había atrevido a tomarla de esa manera sin que ella lo provocara antes. Todos los hombres le tenían miedo, pero a Navarrete parecía gustarle hacerla enojar.

De pronto, una llamada de Mónica entra en su teléfono y le contesta de inmediato.

– Mónica, mi amor.

– Mamá, ¿Cómo estás?

– Bien hermosa, trabajando como siempre– sonríe al poder oír a su hija.

– Tu siempre tan trabajólica-– ríe– Oye mamá, ¿puedo ir a conversar contigo en un rato?

– Por supuesto chiquita, aquí te espero. Si gustas vamos a almorzar luego.

– Me encantaría mamá.

– Bueno hermosa, te espero aquí.

Nos vemos mamá.

Altagracia sabía muy bien que probablemente Mónica quería hablar de Saúl, pero ella estaba dispuesta a conversar sobre eso con ella. No quería que su hija se sintiera insegura por su presencia.

Durante la mañana sale de la empresa para ir a ver algunos planos con los arquitectos a cargo de su proyecto. Necesitaba cerciorarse que todo estuviera tal cual ella lo había hecho. No quería ideas propias de los arquitectos ni errores en los planos. Con José Luis cerca era muy probable que intentara meterse a arruinar todo nuevamente, y no lo iba a permitir.

– Doña, los paneles irían aquí, darían energía a todos los pisos sin problemas– dice el arquitecto enseñándole los planos.

– Yo no los pedí ahí– lo mira– Yo pedí otro tipo de panel solar, se los dije ¿O no?

Infielmente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora