—No hay nada claro —respondió en un tono más alto y tajante.

El uviem profundizó su mueca y estiró su mano para sujetar la de la diosa. Zafira por fin lo vio a los ojos y él suspiró. Odiaba la distancia que por momentos aparecía entre él y la diosa. La detestaba y como no sabía que era lo que iba a suceder ese día, necesitaba eliminarla.

—Nian —susurró la deidad. Los raix estaban por llegar en cualquier momento y le incomodaba la idea de que los vieran actuando un poco cariñosos, o peor, que escucharan como ambos se disculpaban por la discusión de la noche anterior.

—Perdón, sí, sé que tienes motivos para ocultarme el destino, sé que hay veces que contármelo es cambiarlo y no deseas hacerlo —musitó el chico y se acercó más a ella. La diosa tuvo que alzar la cabeza para poder verlo a los ojos—. Lo siento, ¿sí? Pero tenía mis motivos para exaltarme, sabes lo sensible que es para mí el tema de mi familia e imaginarme que alguno de ellos está en peligro me destroza.

—Lo sé —concedió la diosa y dejó que él le sujetara la otra mano—. Y yo también... lo siento —soltó con dificultad. Zafira odiaba disculparse aun cuando sabía que le correspondía hacerlo—. No iba a cambiar el destino si te decía lo de tu madre, pero hay veces que eres tan impulsivo, no quería arriesgarme, ya es todo demasiado complicado y los cambios solo generan más y más caos —se justificó. Con cada palabra que había dicho su voz había descendido en volumen.

El uviem estuvo a punto de hablar una vez más hasta que sintió el jaixz de su abuelo invadir un sector cercano de la aldea. La diosa se deshizo de su agarre y caminó hacia el rey de los raix con un semblante severo. Nian la siguió unos pasos por detrás. No tenía ánimos de ver a Ranx, no quería escuchar su reclamo por lo que había causado. Él ya tenía bastante con saber que su padre aún no había despertado y que su madre había recuperado sus recuerdos y ahora estaba rodeada de enemigos con los que cada vez le costaba más disimular.

—Se tomaron su tiempo —reclamó la diosa. Detrás del monarca estaba Reixle, Relck, Rainir y doce raix más.

—No fue tan simple seguir las instrucciones que nos diste para poder aparecer dentro de la aldea, tampoco lo fue transportar a tantos sin provocar una lluvia —gruñó el rey—. ¿Qué es lo que vamos a hacer?

—¿Y mi padre? Creí que debían traerlo para que mi madre arreglara el vínculo —inquirió Nian antes de que Zafira pudiera hablar.

Los ojos de su abuelo se posaron sobre él y rutilaron con furia que se vio obligado a contener por la presencia de la diosa.

—Van a traer a Rix dentro de unos minutos, cuando ya tengamos a la princesa —respondió de malagana al ver que Zafira también esperaba la respuesta—. ¿Qué es lo que debemos hacer para recuperar a la chica? —repitió hacia la diosa.

—¿Ven a Ámbar? —cuestionó y la señaló—. Ella es la más peligrosa de momento, debemos apartarla del grupo, de esa forma se van a concentrar en intentar recuperarla y van a dejar de prestarle atención a Myra —explicó y Nian frunció su ceño.

—¿La más peligrosa? —interrogó, confundido—. Creí que era la más tranquila.

—En los entrenamientos fue la única que logró darle una paliza a Relck —resaltó Reixle y Nian elevó sus cejas, sorprendido.

—Además, ella es la hija del dios del fuego, su control sobre ese elemento es incluso mejor que el de su padre —reveló Zafira y se volteó a mirarlo—. Si provoca un incendio va a ser muy difícil de controlar y es muy probable que tu madre muera por eso.

Nian tensó su mandíbula y asintió. Observó a la semidiosa con atención y analizó su forma de actuar. A simple vista, Ámbar parecía una chica dulce e inofensiva, cuando la realidad era que la vida la había obligado a aprender a defenderse.

El último uviem ✔ [Destinos 1]Where stories live. Discover now