—¿Hace cuánto lo capturaron? —preguntó Reixle. Ninguno de los dos deseaba obedecerlo, pero él era el raix con mayor rango detrás de su padre y era el líder del ejército, el que conocía más técnicas de jaixz.

—Veinte minutos, por lo que pudimos sentir, lo ataron con unas cadenas de jaixz, luego la princesa se quedó con él y discutieron, ella acaba de salir de la carpa y él ya está absorbiendo las ataduras —detalló un poco más. Reixle asintió, deshacer las ataduras de un principiante era sencillo.

—No va a tardar más de dos minutos —le informó a su padre luego de hacer la cuenta.

—Bien, vamos, cuando él salga de esa estúpida carpa ya vamos a estar ahí —ladró el monarca y comenzaron a caminar en dirección al campamento.

Un manto de sombras cubrió a Relck y a Rainir, era lo único que les permitía caminar por debajo del sol sin convocar una tormenta. Avanzaron todos juntos, sus pasos eran coordinados y silenciosos, desde lejos se veían como una gran sombra serpenteando entre los troncos naranjas de los árboles de fuego. El primero en notarlos fue Clerick que permaneció callado con sus ojos fijos en los del monarca. Ranx dio un paso la frente e ingresó al claro, las sombras que lo rodeaban se fortalecieron, no obstante, eso no impedía que el resto distinguiera sus rasgos marcados y sus ojos duros.

—Shein —lo llamó Ámbar con su voz temblando de pánico y sus ojos atentos clavados en los doce raix que bloqueaban la única salida del claro, el resto estaba bloqueado por árboles caídos, rocas y arbustos.

El pelirrojo se volteó indiferente y se paralizó al ver a todas esas criaturas. Era la primera vez en su vida que veía a tantos raix juntos. Avanzó un paso, dudoso, y luego otro con un poco más de firmeza. No sabía qué era lo que debía hacer, con Rix solo había tenido suerte porque Myra lo estaba distrayendo. Sus ojos buscaron los de Ámbar y vio la determinación y el horror luchando por prevalecer en su mirada. Ella también avanzó y el calor a su alrededor aumento, estaba concentrando su jaixz de la manera que le resultaba más fácil de utilizar, el fuego. Mientras que ellos se acomodaban en unas poses que parecían de pelea, Myra se acercó a su hermano. Notó que Clerick parecía tranquilo, como si la presencia de los raix lo apaciguara.

—Lárguense —escupió Shein con falsa seguridad. Él estaba aterrado—. No les van a gustar las consecuencias de molestarnos —siguió diciendo de la misma forma.

Ranx rio con fuerza y avanzó un paso. De forma instintiva, el pelirrojo atacó elevando sus dos manos para lanzarles dos estelas de jaixz rubí. El monarca las detuvo sin la necesidad de moverse y sonrió, satisfecho.

—Los abquim son tan inútiles —murmuró sin importarle si ellos lo escuchaban—. Deberías aprender a respetar a un rey —gruñó con desprecio y el ceño del pelirrojo se hundió con fastidio.

Siguió avanzando hasta que quedó a solo un metro de Shein, quien le obstaculizaba el camino hacia la tienda. En ese momento Rix salió de la carpa con un semblante indiferente.

—Veo que tus reflejos están un poco oxidados, hijo, antes no habrían logrado atacarte —se jactó Ranx y los ojos de todos se voltearon hacia Rix.

—¿Hijo? —preguntó la princesa en tono bajo. Rix no podía ser miembro de la familia real de esas criaturas. Él nunca habría aparecido en el bosque de ser así.

—Creí que debía mantener un perfil bajo, padre —respondió y se abrió camino entre Shein y Ámbar para poder colocarse junto a sus hermanos.

—Perfil bajo, seguro que sí, hermano, veo que Nian no es el único que necesita entrenar —se burló Reixle y Rix le respondió con una sonrisa avergonzada.

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