Shein y Ámbar se mantuvieron a un lado, sus rostros estaban tintados de empatía. Pasado un tiempo, el pelirrojo se acercó a Myra y con cuidado comenzó a despegarla del cuerpo de Linck. La princesa se negaba, luchaba contra los brazos de Shein, gritaba y maldecía como nunca antes en su vida. No quería que la separan de su hermano, ella juraba que podía traerlo devuelta. Rix tuvo que ayudar al pelirrojo a alejarla y cuando lo lograron, debieron elevar una barrera de jaixz para que ni Myra ni Clerick volvieran a plantarse en el mismo sitio. Cuando Shein se cercioró de que Rix los estaba conteniendo junto con Ámbar, se acercó al cuerpo de Linck y lo examinó.

—No puede estar muerto, Rix —lloraba la princesa. En ese momento no le importaba la discusión que habían tenido la noche anterior, solo podía pensar en su pequeño hermano—. ¡No puede! ¡Solo tenía doce años! —estalló una vez más.

El raix la abrazó con fuerza, eso era todo lo que podía hacer. Myra necesitaba desahogarse e interrumpir sus gritos no ayudaría en nada. Ella debía dejar salir todo para poder pensar mejor en lo que iba a suceder, en lo que iban a hacer con el cuerpo de Linck. Odiaba pensar en eso, pero pronto deberían irse, no podían permanecer más tiempo en ese lugar. Shein le hizo un gesto con su cabeza a Rix y él se alejó un poco de la princesa. La observó en silencio por unos segundos y suspiró.

—Voy a prepararles algo para tomar, ya regreso —murmuró en dirección a los herederos de Citwot.

Caminó hasta donde se encontraba el pelirrojo y observó hacia donde señalaba. Ambos observaron con atención la herida profunda en la pierna de Linck. A un lado del cuerpo, había otro más pequeño, era el cadáver deformado por la lluvia de un blavix con cabello magenta.

—Debe haberse metido en la carpa antes de que comenzara la lluvia y luego de... alimentarse con el niño intentó escapar —dedujo el pelirrojo. No le gustaba tener que interactuar con Rix, sin embargo, en esas circunstancias ambos eran capaces de darse cuenta de que no tenían otra opción, Clerick y Myra no iban a poder tomar todas las decisiones necesarias en ese momento, tampoco en los próximos días—. No creo que debamos decírselo a Myra, creo que solo le causaría más dolor...

—En realidad lo mejor sería contárselo, se culpa por la tormenta de anoche y debe saber que el blavix, lo que causó la muerte de Linck está muerto —contradijo el raix.

—Ella no pudo haber causado la tormenta...

—No es la primera vez que lo hace, mis brazos tienen marcas que lo comprueban —masculló el raix y cubrió el cuerpo de Linck con una piel limpia y seca. Tenerlo al descubierto le sentaba mal, no solo porque le dolía el hecho de que el niño al que consideraba su hermano estaba muerto, sino que también sentía que al observarlo no lo dejaba descansar en paz.

Se encaminó hacia la fogata que estaba casi apagada y la reavivó con ayuda de Ámbar, a la rubia se le daba muy bien el jaixz que manejaba el fuego. Puso a hervir agua para calentarles alguna bebida a los príncipes y sacó de entre sus cosas la comida que tenía guardad para ellos. La dividió en dos y esperó a que la infusión estuviera lista. Mientras que él le acercaba a Myra su comida, Ámbar se la llevaba a Clerick. Ambos príncipes estaban callados, con sus miradas perdidas en algún punto del bosque, sus rostros estaban hinchados de tanto llorar y sus mejillas tenían marcadas con sal el recorrido que las lágrimas habían hecho y que aún hacían. El pesar se marcaba en cada una de sus facciones, el dolor destacaba en cada partícula de sus cuerpos. Comieron casi por inercia e ignoraron cualquier palabra que les dirigieron Shein, Ámbar o Rix.

—¿Qué... qué vamos a hacer con su cuerpo? —se atrevió a preguntar Clerick.

—Nada —determinó al instante Myra. De un segundo a otro la princesa se veía lúcida—. Rix va a hablar con la diosa que maneja el destino para que arregle esto —siguió hablando con tono autoritario.

El último uviem ✔ [Destinos 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora