—Si me permiten, majestades, voy a verificar qué fue lo que provocó ese ruido —anunció ella. Myra enseguida se paró de un salto y se acercó, preocupada.

—No voy a permitir que salga sola, podría pasarle algo —denegó la princesa y la guardiana le sonrió con cordialidad.

—Mi trabajo es protegerlos, cuidar de ustedes, por eso me ofrecí. Majestad, me entrenaron para esto —dijo con respeto y suavidad la mujer.

Y era verdad, en su entrenamiento la habían sometido a cientos de situaciones que ella creía similares para eliminar su miedo, para que estuviera dispuesta a arriesgar su vida por esos niños que había visto crecer. No esperó a que Myra intentara detenerla una vez más y emprendió camino a la salida al mismo tiempo que fortalecía su barrera de protección. La princesa regresó a su sitio con el corazón latiendo a toda velocidad. Ella temía lo que pudiera pasarle a la guardiana y no podría estar tranquila hasta saber que estaría bien.

—Voy a continuar, aunque ahora no sea oportuno, princesa —le avisó Shein una vez que ella terminó de sentarse. Myra asintió, sin prestarle mucha atención—. Despertamos con un ruido fuerte, como si un árbol se hubiera caído. Cuando observamos a nuestro alrededor, uno de los guardias había desaparecido. No perdimos tiempo y comenzamos a buscarlo en grupo. Tardamos horas... lo hallamos desangrado entre un par de arbustos, a medio kilómetro de donde habíamos acampado.

—Eso no suena nada bien. ¿Saben qué o quién lo mato? —indagó Clerick y un escalofrío se apoderó de él. El príncipe odiaba las historias de miedo y lo que le estaban contando parecía una.

—Nunca lo supimos.

—Pero eso no fue lo peor —siguió el pelirrojo. Estaba conteniendo una sonrisa divertida, podía ver con claridad el pánico filtrarse en las facciones de sus acompañantes y eso era algo que en verdad disfrutaba—. Al día siguiente seguimos con la expedición, no podíamos parar, era horrible continuar sin uno de los nuestros... pero debíamos hacerlo, no teníamos el lujo de poder perder más tiempo, así que seguimos con nuestro camino apenas amaneció. No frenamos en ningún momento, siempre nos aseguramos de no dejar ninguna huella, ningún rastro que alguna criatura pudiera rastrear y, de un momento a otro, escuchamos un grito a nuestras espaldas, dos guardias más habían desaparecido, sin dejar ni un solo indicio de cómo.

—Los buscamos por horas y no los encontramos. Fue muy angustiante, todavía estoy aterrada al no saber qué fue lo que les sucedió, pero el resto de los guardias nos instaron a continuar —siguió con el relato Ámbar. En su rostro no había ninguna sonrisa—. Y luego de retrasarnos por unas horas, casi un día completo, seguimos adelante. Aumentamos nuestras medidas de seguridad, comenzamos a formar refugios similares a este, aunque no tan seguros y pasaron dos semanas sin incidentes graves. Hasta que una noche el guardia que protegía la entrada al refugio se durmió. Escuchamos sus gritos, pero tardamos demasiado en desactivar las defensas y... cuando llegamos a su lado lo único que quedaba de él era un revoltijo de carne, huesos y vísceras. Fue espantoso —dijo en medio de un escalofrío. El color había abandonado por completo su rostro, lo que resaltaba más sus numerosas pecas.

—No pasó mucho más para que otro de los guardias muriera, fue cuando estábamos en medio de una caminata, unas criaturas nos atacaron por sorpresa, parecían arañas enormes, de la altura de un raix, eran peludas y de un color azul muy oscuro. Sus patas eran demasiado filosas. Una arremetió contra mí y uno de los guardias no se interpuso, gracias a él no estoy muerto. La araña lo partió a la mitad, a pocos centímetros de mí. Luego de eso, junto con los dos guardias restantes logramos acabarla, pero ya era demasiado tarde, habíamos perdido a uno de los nuestros —narró Shein. Su tono de voz parecía afectado, al igual que su rostro, no obstante, cuando Rix observaba sus ojos, todo lo que podía apreciar era un tono carmesí, idéntico a la sangre, que le decía que no debía confiar, aunque sus palabras sonaran sinceras.

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