Capítulo 11 - Confesiones

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Leo y Mia se dirigieron hacia el garaje, mano en mano. Leo no parecía poder soltarla todo el día. Habían estado jugando con Sofia y Nico cuando Leo llamó a Omar para recoger la bolsa de Mia. Él había dicho que iba a salir de su apartamento en una hora así que se tenían que apresurar. Mia no quiso dejar la hermosa casa y familia de Leo necesariamente, pero también quería su bolsa de vuelta. Necesitaba tener su teléfono, llaves, y tarjetas de crédito para poder funcionar. Especialmente su teléfono. Usualmente no podía estar más de quince minutos sin tener que revisarlo, pero últimamente ya no se estaba sintiendo tan adicta hacia él.

Leo hizo un gesto hacia una camioneta elegante en el garaje y fue a abrir la puerta del pasajero para ella.

"¿Qué le pasó a tu otro coche?" ella preguntó cuándo él entró.

Leo se encogió de hombros. "No sé. Estaba sintiendo ganas de manejar un jeep hoy," dijo, prendiendo el motor con la llave.

"Ah sí, a mí me pasa eso todo el tiempo. Me despierto en la mañana y pienso 'tengo ganas de manejar un jeep'."

Él soltó su mano de la llave y la miró con una cara sorprendida. "¿Te estás burlando de mí, señorita?"

"Me? No way."

"Sabes, realmente no necesito manejarte a recoger tu bolsa. A lo mejor otra persona lo puede hacer," dijo aparentemente ofendido.

"Vamos Leo. Sólo estaba jugando. Es que algunos aspectos de tu vida parecen tan irreales a veces, y sólo lo estaba señalando."

Leo suspiró. "Tienes razón. Te debería agradecer por mantenerme con los pies en la tierra. Además, no puedo estar enojado contigo por más de diez segundos. Creo que está empezando a ser una maldición."

"Creo que está empezando a ser una bendición," Mia sonrió.

"De cualquier modo, vas a acabar siendo mi fin." Leo pisó el acelerador y salió del garaje.

Ella miró por la ventana y continuó sonriendo. Algo había cambiado entre ellos anoche. Trató de repasar los eventos de la noche en su mente, pero había demasiados. Además, todos sus pensamientos seguían regresando al hombre sentado junto a ella.

Cómo la había rescatado otra vez, ayudándola a cada paso del camino y preocupándose por ella continuamente. Había sido tan amable y apoyador. Y cuando se habían bañado juntos había sido tan tierno. Fue sereno. Ella había estado completamente vulnerable y él había mantenido su compostura. Había cumplido la promesa que hasta ella quiso romper.

"Me estoy empezando a dar cuenta que te pones quieta durante paseos en coche," Leo dijo.

Ella se volteó a mirarlo. "Supongo que sí. Me gusta mirar el paisaje y perderme en mis pensamientos."

"Odio decir esto, pero a veces piensas demasiado, Mia." Como si estuviera enfatizando un punto, alcanzó su mano y la trajo a sus labios, besándola. La puso de vuelta sobre sus piernas y entrelazó sus dedos.

Mia suspiró, mirando sus manos entrelazadas. "Lo sé."

"No es algo malo. Sólo tienes que salirte de tu cabeza un poco más. Haz lo que realmente quieras hacer y no lo pienses. Deberías tratarlo. Caminar por el lado salvaje."

"¿Es una invitación abierta?" ella preguntó.

"Por supuesto. Enloquécete. Destruye el coche si quieres," retó.

"Bueno, en ese caso lo que realmente quiero hacer ahora, es esto." Alcanzó el estéreo del coche y lo prendió. Escaneó rápidamente por las estaciones, hasta que escuchó el último hit de Rihanna tocar en la radio. Perfecto, pensó, al subir el volumen hasta que estalló por el coche.

Enseñando A MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora