Capítulo 10 - En Casa con Leo

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Leo se despertó a la mañana siguiente sintiéndose completamente relajado. Sintió un tipo de calor a su lado y se movió cómodamente hacia su origen. Se sentía tan bien. Perezosamente abrió los ojos a una habitación familiar, su habitación. Pero había algo diferente sobre él.

Lo primero que notó fue un conjunto de hermoso pelo rubio oscuro caer en cascada sobre una almohada. Bajó su mirada hacia su cuerpo y vio que su brazo estaba envuelto alrededor de su cintura delicada. Alcanzó sus caderas y la jaló hacia atrás contra él cuando de repente le vino. ¡Mia estaba en su cama! Y aparentemente estaba acariciándola. Mierda.

De repente la puerta se abrió azotándose. "Hermano, pensé que íbamos a ir a jugar... damn!"

Leo inmediatamente apretó su abrazo alrededor de su cintura y movió su posición para cubrirla.

"Max, ¿te importa? ¡Salte de aquí!" le gritó con una voz dormida.

"Okay perdón. Ya me voy. ¿Cómo se supone que debería saber que trajiste a una chica a la casa? Estás demente por cierto." Con eso Max se fue y cerró la puerta.

Leo volteó a mirar a Mia, y vio que sus mejillas estaban calentándose de vergüenza. Por lo menos su espalda estaba hacia la puerta así que Max no la había visto completamente.

"Mia, lo siento. Me debí de haber quedado dormido... ¿estás bien? Ese era mi hermano por cierto."

Ella se volteó a mirarlo y se frotó los ojos. "Sí, estoy bien. Me imaginé. Suena como un tipo divertido," se rió.

Leo sonrió. "Sí, lo es. ¿Cómo te sientes? Te ves...mejor," dijo guardando un mechón de pelo detrás de su oreja y tomando su mejilla. No mejor, maravillosa. ¿Cómo se podía ver tan bien en la mañana? ¿Y cómo tuvo la suerte de despertarse con ella riéndose en la cama?

Ella se inclinó en la palma de su mano y suspiró. "Mucho mejor en realidad. Mejor de lo que merezco. Sólo espero que pueda caminar ahora."

"¿No estabas disfrutando que te llevara por todas partes?" Leo sonrió.

Mia se rió. "Eso estuvo...bien. Pero no puedes seguir cargándome por siempre."

Me gustaría poder, pensó. "No me importaba... ¿quieres tratar?" Se salió de la cama y le ofreció la mano.

Ella respiró hondo y lo tomó. Vacilando, puso sus pies en el piso y lentamente se paró. Hizo una mueca esperando el dolor, pero no pareció venir. "Creo que estaré bien. Sólo siento un poco de molestia pero lo puedo manejar," ella sonrió.

"Te lo dije. ¿Recuerdas?" Leo no pudo resistir en levantarla en un abrazo de oso antes de darle una vuelta y colocarla en la cama de nuevo. Estaba en una pieza otra vez. "¿Tienes hambre?"

"Sí, me estoy muriendo." Su estómago parecía estar de acuerdo porque hizo un sonido a la misma vez y ella se rió.

"Ahora regreso."

Leo caminó hacia la cocina. Max estaba sentado en un taburete de bar masticando comida que el cocinero estaba preparando y platicando con la empleada. Al entrar, todos pararon a mirarlo y lo miraron inquisitivamente.

"¿Se pueden calmar? No es lo que parece," Leo trató de explicar.

Max resopló. "Seguro, Leo. Lo que tú digas, hombre."

"Mira, fue una emergencia ¿okay?"

"Ey, no me tienes que explicar nada. Aunque está guapa. Yo también la hubiese traído si pudiera."

"No te metas. Y no es cualquier chica," argumentó, notando su observación de antes.

A su comentario, Max le dirigió una mirada incrédula. "Bueno, que me condenen hermanito. Creo que el infierno acaba de congelarse. Ahora sé por qué me suplicaste por esos boletos del concierto."

Enseñando A MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora