Capítulo 60

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Cuando Katerine abrió los ojos se dio cuenta de que algo andaba mal, no estaba en los brazos fríos en los que siempre se acostaba, los brazos que la rodeaban eran cálidos, casi demasiado. No le gustó.

Estaba en el suelo, bajo un montón de mantas. En el sofá yacía el cuerpo de Ean, su pecho se movía con suavidad, pero estaba inconsciente. En el sillón estaba Kazliar, sostenía a Annabel contra su pecho y sobre ella estaba Wallas en su forma animal.

Todos dormidos.

Llevó sus manos a su cuello, pero antes de que pudiera tocarse la detuvieron. Giró su rostro y dolió. Como si garras hubieran destrozado su piel.

Se encontró con East mirándola.

-Tranquila -susurró.

Abrió su boca, iba a decir algo, cualquier cosa, pero entonces recordó. Todo lo que había sucedido. Fría en la piel de una mujer dolorosamente hermosa.

-East -jadeó.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y la garganta de desesperación. Su hija. Su pequeña bebé. Quiso moverse hacia ellos, East no la dejó.

-Acaban de quedarse dormidos, están bien. Solo cansados.

Miró hacia la chimenea encendida y luego a las grandes ventanas de cristal, estaban intactas. Su cabeza comenzó a palpitar. No entendía nada. El último pensamiento que recordaba haber tenido era el de que todos morirían, que iban a matar a su niña y a ella, lo demás era predecible. Fría era una mujer que había perdido a su hijo, ya nada le importaba, solo el dolor.

«Ahora conoces mi dolor». Le había dicho cuando sujetó su cuello.

Lo conocía.

-Me duele -susurró.

-Estuviste muerta. Otra vez -musitó East, sus ojos cautelosos-. Es la segunda vez que tengo que descongelarte y no me gusta.

La primera vez había sido en el parto de Kazliar.

-Sí, bueno, a mí tampoco me gusta ser congelada...-dejó de hablar. Las palabras le pesaban, tanto por las lágrimas como por el agónico ardor en su piel.

Buscó a Ean otra vez, como esperando que se levantara para inspeccionarlos a todos. Pero no lo hizo.

-Acuéstate -ordenó East-. Voy a curarte.

-¿Por qué no lo hiciste antes?

East la miró a los ojos y ella obedeció, supo que estaba utilizando su magia para influenciarla. Lo permitió, estaba cansada y solo quería que el dolor desapareciera.

-La prioridad era mantenerte caliente -dijo en voz baja, contra la luz del fuego, parecía una aparición hermosa, pero intimidante. Seguía llevando el cabello largo y la barba, pero ella sabía que no seguía siendo el mismo East que la había dejado-. Aprendí algunas cosas en el desierto sobre mi magia, puedo usarla para persuadir tu piel, para ordenarle que cure así como puedo persuadirte a ti.

Sintió sus pulgares en su piel, raspando con cuidado, sus ojos fijos en lo que hacía.

-¿Estás bien? -le preguntó

Tenía la imagen en su cabeza de Fría haciendo crujir sus huesos frente a ella. Y no pudo hacer nada para evitarlo.

-Sí. Pero mi ropa se arruinó.

Tuvo la fuerza solo para levantar sus comisuras.

El dolor estaba desapareciendo.

-¿Qué pasó?

El señor de las criaturas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora