Capítulo 9

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El calor la despertó.

Parpadeó hacia la oscuridad y se dio cuenta de que tenía una frazada extra cubriéndola. En la penumbra pudo encontrar a Ean, estaba junto a la ventana abierta, vistiendo solo uno pantalón de algodón. Katerine suspiró removiendo las mantas y llevó una de sus manos hacia su entrepierna, había desarrollado ese reflejo al despertarse en las madrugadas. No había sangrado.

Ean le dio una sonrisa perezosa desde donde estaba, bajo sus preciosos ojos había dos medias lunas oscuras, era difícil ignorarlas cuando Katerine se daba cuenta que cada día adquirían más profundidad. Él estaba cansado, aunque quisiera ocultarlo, que se despertara en mitad de la noche no lo ayudaba. No era la primera vez que ella despertaba y lo encontraba junto a la ventana u observándola dormir.

—¿Te sientes bien? —le preguntó ella, su voz enronquecida por el sueño. Se reincorporó en la cama y retiró la frazada que sobraba, las mantas resbalaron fuera de sus hombros, revelando su vientre hinchado.

Ean cerró la ventana y se acercó a ella, evitando que saliera de la cama.

—Sí —mintió él—. ¿Cómo te sientes tú?

Sus manos estaban frías como el hielo cuando tomó su rostro para sentirle la temperatura, Waylynn le había enseñado todo lo básico para que él mismo pudiera monitorearla, sentía sus signos vitales, revisaba su temperatura, su palidez. No la perdía de vista, ni siquiera cuando iba al baño.

—Estoy bien —dijo ella lentamente, para que le quedara claro. Subió sus manos hacia ese rostro salvaje y acarició sus ojeras—. Por favor, intenta descansar un poco, nada va a sucederme.

Apartó sus manos de ella y se alejó de su toque, sus codos terminaron apoyados en sus rodillas, sus manos sostuvieron su cabeza, paseaba sus dedos por su cabello con frustración.

—Los sueños no se detienen —masculló Ean—. No se detienen —repitió con cansancio.

Él le había hablado de sus sueños la primera noche en la que Katerine lo descubrió despierto. Era sobre ella, eran sobre…despertar con sangre a su alrededor, también habían algunos con los Frezz, descontrolados, negándose a obedecer. En secreto Katerine le había preguntado a Waylynn por algún remedio para que él pudiera descansar tranquilo, la bruja solo pudo recetarle una taza de té caliente antes de irse a dormir.

Sabía que las pesadillas se debían a las preocupaciones con las que cargaba desde que se había enterado del embarazo.

—Ven aquí, Ean —lo llamó palmeando la cama—. Recuéstate.

El hombre fue hacia donde ella le había ordenado y terminó dejando su cabeza sobre su regazo. Katerine peino su cabello con sus dedos, era tan sedoso que a veces se preguntaba por qué el suyo no podía verse tan bello como el de él, bromeaba sobre eso con West, quien se negaba a admitir que su cabello estaba algo reseco.

Sus dedos abandonaron las hebras blancas y se dirigieron hacia ese rostro que conocía como si fuera el suyo. Tal vez mejor que eso. Ean emitió un sonido agradable con su garganta y cerró sus ojos, una de sus manos pasando distraídamente por el vientre de ella.

—Siento su poder, In —musitó Ean, adormecido al instante por las caricias que le proporcionaba Katerine—. Mi bebé es fuerte.

Su bebé”, así lo llamaba desde que se cumplió el tercer mes, ella había intentado hacer que se detuviera, pero entonces cumplió el cuarto mes y Ean no cabía de dicha.

Habían llegado a un punto que Katerine nunca hubiera imaginado, tenía miedo, todos los día, pero intentaba tomarlo con calma, no pensaba demasiado, no dejaba que su mente fuera a lugares peligrosos.

El señor de las criaturas de hieloWhere stories live. Discover now