Capítulo 56

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Admiró a Kazliar por permanecer imperturbable. Ella apenas había dicho unas palabras y se sentía como una avalancha aproximándose. Eran cuestionados, señalados y juzgados. No era una reunión, era un juicio. Había una parte defensora y estaban los demandantes.

—Los Frezz que actuaron en la guerra siguen su condena bajo las órdenes de mi padre —explicaba Kazliar—. Ninguno de ellos ha desobedecido o atacado en años.

—No es eso lo que he escuchado sobre el islote donde están —difirió Ervane, permanecía tranquilo, escuchando lo que Kazliar respondía sobre sus quejas generales—. Tengo testimonios de algunos guardias que han sido violentados a lo largo de estos años. Y no puedo evitar sentirme ofendido con la presencia de estas criaturas aquí, ¿por qué las han traído?

Annabel tragó grueso. No tenía idea sobre eso, nunca había escuchado a sus padres o al mismo Kaz hablar sobre algo así.

Tuvo el impulso de girar su rostro y verlo con sorpresa, pero una magia amiga la detuvo.

Era Stevee.

«Recuerda que somos un equipo. No pueden ver nuestras fallas».

Annabel se obligó a mantener su cabeza levantada y hacia el frente.

—El islote "Uno" está catalogado como el islote donde están los Frezz más agresivos, aquellos que siguen teniendo el dogma de Zachcarías Losher como su única verdad. Todos los que trabajan allí saben a lo que se enfrentan, mi padre ha trabajado con los guardias, él mismo ha tomado turnos para suplantar a los que han sido heridos —dijo Kaz—. Nadie ha estado allí en contra de su voluntad.

—Y nos hemos encargado personalmente de supervisar la mejoría de los heridos —agregó Katerine—. Al día de hoy no hay heridos ni mágicos en recuperación.

Los gobernadores no tenían nada que los pudiera poner contra la pared. Nada. Su padre había hecho un trabajo impecable durante años, incluso muchos de los que estaban en su contra se veían en aprietos, sorprendidos por la elocuencia de Kaz, su seguridad era impresionante.

—Vi una noticia sobre un Frezz rondando por el pueblo de Arty, husmeando cerca de la gente —comentó Missery, Annabel percibió la magia de hada en sus palabras—. Su gente no parecía contenta con eso.

Hubo un movimiento a su espalda, porque todas las miradas de la habitación fueron a ese lugar, donde estaban Jax y Eve. Annabel giró su rostro también, no podía fingir tener ojos en la espalda y saber lo que sucedía.

Jax tenía una sonrisa descarada y movía sus dedos saludando a la gobernadora.

—Debo suponer que fue...ese quien rompió los límites que el señor del hielo marcó para ellos —masculló con displicencia, una última mirada en su dirección y luego regresó a Kaz—. ¿No dijiste hace un par de minutos que ningún Frezz había atacado o desobedecido en años?

—Ningún Frezz que hubiera actuado en la guerra —se apresuró a corregir Annabel—. Eso fue lo que dijo. Y lo que yo dije cuando comenzamos esta discusión es que la generación de Jax no participó en la guerra.

Ervane soltó una suave risa.

—Si son jóvenes, deberían aceptar las órdenes de su señor con más respeto.

—No si no están de acuerdo —contestó con simpleza.

En su equipo más de uno contuvo la respiración, las garras de Wallas se clavaron con más fuerza en su piel y los murmullos llenaron la habitación.

¿Estaba ella aceptando la insurgencia de esas criaturas contra su propio padre? Debía ser eso lo que se preguntaban.

Los ojos de los gobernadores se iluminaron, como si vieran su camino para destrozarlos hacerse claro.

El señor de las criaturas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora