Capítulo 36 parte 1

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Dormirse fue complicado y cuando lo lograba tenía pesadillas. Kazliar era asesinado y ella no podía hacer nada. Eso era lo que más la perturbaba, sentía su poder retumbando en su sangre, llenándose de ira, rompiéndose como rayos en el cielo. El dolor la convertía en algo inmanejable, porque le habían quitado su alma, no tenía nada más que perder. Lo destrozaría todo.

Entonces despertaba y se sentía ajena a su piel, extraña en sus propias respiraciones. No pegó el ojo el resto de la noche, se quedó observando su habitación de paredes blancas, antes habían sido rosas y había tenido estantes llenos de juguetes y muñecas. Pensó en que desde que sus paredes habían cambiado, también lo hicieron ellos. Ya no jugaban como antes, ya ningún gesto era inocente.

Entrar en la habitación del otro ahora se trataba de un acto prohibido que debía hacerse con cautela, todo por lo que ellos podrían hacer. Con sombría satisfacción recordó la forma en la que se había sentido afectado él antes de morderlo.

Le ardió el rostro no solo con vergüenza, pero no quiso admitir lo demás.

Todavía faltaban un par de horas antes del amanecer, así que Annabel cerró sus ojos y dejó que su mente fuera engullida por pensamientos errantes e inaceptables, solo durante aquellas horas podía permitírselo, soñar con lo que nunca pasaría. Soñar con la posibilidad de que alguna vez no fuera señala o juzgada por ese vínculo que nadie conocía.

Se rió en la oscuridad.

Eran dos, de hecho, de los que nadie tenía idea.

*****

Cuando salió de su habitación la mañana siguiente se encontró con su padre bajando las escaleras. Ean estaba listo para salir, tenía un pantalón vaquero, una camiseta y sus abrigos en su mano.

—¿Vas a algún lado? —le preguntó observando tan lista para salir como él.

Annabel sonrió.

—Voy al Barrio de las hadas con Wallas, hace días que no me paso por allá.

Mentirle era una tarea suicida e innecesaria, Ean no se oponía a que ella fuera al Barrio de las hadas, lo contrario, la alentaba a ir más seguido. Sabía lo feliz que era ella al estar rodeada de personas que comprendían su magia. Eran su sangre. Ella era una de ellos, aunque hubiera crecido apartada.

—No regreses tarde —advirtió, dejándola envolverlo con los brazos.

Annabel lo apretó con cariño, le gustaba que él nunca retrocediera a su tacto, que no se sorprendiera por lo frío de su piel. Quienes la conocían entendían que su piel a veces estaba gélida, pero seguían sorprendiéndose cuando la tocaban. Incluso Kazliar.

Pero nunca Ean.

Nunca el señor del hielo.

—De acuerdo.

Abajo junto a las escaleras estaba Kazliar, apoyado de una de las paredes con aires de despreocupación. Cuando Annabel llegó le acarició la mejilla antes de dirigirse a la cocina por algo de comer.

—¿Y tú a dónde vas? —escuchó a Ean preguntarle a Kaz.

—Acompañaré a Stevee al Vecindario del acantilado —contestó con flojera, como si él no tuviera ganas de ir—, ¿me dejas en la plaza?

Buscaba pasar desapercibido y quedarse a solas con su padre para poder preguntarle sobre la reunión de los gobernadores, pero sin parecer demasiado sospechoso.

—Vámonos —accedió su padre—. Debo tomar el barco antes de las diez.

Annabel sintió a su padre acercarse para despedirse, así que se giró y dejó que le besara la frente. Kaz mantuvo su distancia, se despidió dedicándole una mirada astuta antes de desaparecer con él.

Tomó un desayuno ligero y esperó hasta escuchar el claxon del auto de Wallas para salir. Temprano lo había llamado para contarle acerca de los planes de ese día, como era costumbre su amigo había tenido un millón de preguntas que Annabel había jurado contestar cuando se vieran en persona.

—¿Se puede saber por qué estoy despierto tan temprano un domingo? —fue lo primero que le dijo Wallas cuando ella se subió al auto.

—No tienes idea de lo que pasó, Wallas —soltó ella en un suspiro.

Los ojos color ébano de su amigo se agrandaron, su rostro se tiñó de preocupación.

—¿Qué? ¿Qué es?

En ese pequeño auto junto a él se sintió con la protección y seguridad de un ejército. Cada palabra que salía de su boca era como escupir un nudo que la había estado ahogando. Wallas tuvo la necesidad de detener el auto, la impresión lo había enmudecido y Annabel sabía que cuando él se ponía nervioso tendía a retorcer sus manos.

—¿Lo amenazaste, Anna—preguntó con reproche.

Se refería a Gaster.

—Él me amenazó primero —gruñó.

—Amenazó a Kazliar.

—Es lo mismo, Wallas —espetó cruzándose de brazos—. Pensé que tú más que nadie lo entenderías —masculló, su voz perdió la fuerza.

El pecho de Wallas se arqueó hacia atrás, sus palabras habían sido una flecha que se merecía. Él y solo él la conocía mejor que cualquiera. Sabía sobre Kaz, lo vulnerable que ella era a todo lo que tenía relación con él. No podía esperar a que ella se quedara quieta después de haber escuchado a Gaster.

—Annabel —dijo—. Lo entiendo, lo sabes. Pero me molesta que hayas sido tan impulsiva. Ambos —sacudió su cabeza—. Tú y Kazliar debieron pensarlo bien, atacar a Gaster no fue la mejor decisión.

—No puedo pensar bien cuando amenazan a alguien que me importa.

—¿Sabes lo que lograste con eso? Ahora él lo sabe. Sabe cómo hacerlos reaccionar.

Ella se quedó callada.

—Y te pusiste en peligro —recriminó.

—Puedo cuidarme sola.

—No estás sola —Wallas la detuvo—. Yo estoy contigo —suspiró—. Bien, podría tomarme horas señalando todo lo que hicieron mal y las formas en las que pudieron manejar esto mejor, pero dado que ya no podemos arreglarlo, solo nos queda continuar. Vayamos al Barrio de las hadas, hagamos esto y averigüemos si tenemos aliados o enemigos.

"Tenemos". Porque él estaba con ella. Siempre. Sus enemigos también eran de él, al igual que sus aliados.

Annabel tiró de sus hombros delgados para abrazarlo con fuerza. Wallas besó su mejilla y acarició sus brazos con ternura. Pensó en que al menos una mitad de su alma estaba bien, viva. La parte dañada de ella sintió envidia. 



*+*+*

Buenaaas, ¿como están? Hace un tiempo que no estaba por acá. 

Estoy bien, aunque muchas cosas han estado pasando en mi vida fuera de la escritura, parece que me he estado enfrentado a un bloqueo escritor. Se suponía que este capítulo tenía que ser más largo, de hecho, lo tengo plasmado en mi cabeza, pero me está costando sacar las palabras. Decidí dejarlo corto para no forzarlo demasiado, de todas formas, me siento bien con poder traerles esto. 

Gracias por estar aquí, gracias por darle una oportunidad a estos personajes que tanto quiero. 

Ean les envía lamidas cariñosas :v

El señor de las criaturas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora