Capítulo 47

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Annabel creyó que su corazón se había detenido y se dio cuenta de que Kazliar había dejado de respirar.

—Tu vinculo —Lilith miró hacia su padre—. Katerine y...bueno, el extraño vinculo de tu hija con esta pequeña criatura.

—¿Tiene un vínculo con Wallas? —preguntó Kazliar aturdido.

Wallas clavó sus garras en el brazo de Annabel, estaba nervioso, podía sentirlo, ella también estaba a un paso de entrar en pánico. Todas las miradas estaban en ella, esperaban una respuesta.

—¿Un vínculo de pareja? —quiso saber Ean, luciendo enfermo.

Lilith negó.

—No, no se trata de eso, es como... —sus ojos vagaron sobre Katerine un solo momento antes de volver a Annabel —. Yo veo vínculos. Toda clase de vínculos. Los vinculo de parejas no son los únicos que existen, hay mucha "variedad". Pero este vínculo solo puede ser definido por quienes lo poseen.

La habitación volvió a quedar silenciosa.

—No voy a hablar de esto ahora —musitó Annabel, sus manos sostenían a Wallas protectoramente.

Con un movimiento de su mano Lilith cerró la puerta de la casa y caminó de regreso a los sillones.

—Bien, vayamos al grano —estuvo de acuerdo—. Esta reunión va a ser más que todo un enfrentamiento, los gobernadores no apoyan lo que soy ni lo que hago, por lo que van a reunir a todos los que puedan estar en mi contra. Como tú, Ean, estás conmigo, también quieren tu culo fuera de aquí —sonrió con diversión—. Sabemos que debido a tu condición no vas a asistir...

Ean gruñó deteniéndola.

—Puedo ir.

—No —espetó Katerine—. No puedes. Si los gobernadores ven tu estado actual van a atacar. Puede ser en esa reunión o incluso aquí. Sabrán que estás débil y que existe una posibilidad de que pueden...sacarnos de aquí.

—Correcto —apoyó Johan—. Es mejor no arriesgarse. Que tu hijo vaya en tu lugar.

—Iré —dijo Kaz—. Mamá y yo lo haremos.

Su padre abrió su boca para protestar, pero cuando se encontró con la mirada de advertencia de Katerine se detuvo.

—¿Quién más? —preguntó Lilith.

Annabel agachó su cabeza, quería ofrecerse, quería que la tomaran en cuenta, pero estaba castigada y su padre nunca le permitiría ir.

—¿No es suficiente? —inquirió Ean, su voz con un tono furioso y dolorido. Para él ya era mucho que hicieran ir a su mujer y a su primogénito. Annabel sabía que sufriría en el momento que ellos tuvieran que marcharse.

—No quiero sonar ofensiva, pero no, no lo es —declaró Lilith—. Esta reunión será una demostración de poder. Tienes que mostrar todo lo que tienes para que los gobernadores retrocedan de una vez por todas. Si quieres quitártelos de encima, entonces que vean lo que el señor del hielo tiene para ellos. Tu hijo ya es mucho, Katerine tiene muchos aliados, pero ¿qué más? Necesito algo...salvaje.

Salvaje.

Annabel no pudo evitar pensar en sí misma corriendo por el bosque con Jax y Wallas.

—Baxter puede ir conmigo como representante de la manada y Stevee es una mestiza poderosa, puede ver en las mentes de los demás —explicó Kaz.

Lilith hizo un sonido con la garganta.

—Bien, eso sirve, y quiero conocer a esa mestiza —sus ojos recorrieron la habitación hasta que cayó sobre Wallas—. Él me gusta, ¿puede ir?

—Es un niño —negó Ean—. Y ni siquiera mires a mi hija.

Annabel se tragó un gruñido.

—Tu hija fue seleccionada para ingresar en el instituto de Inteligencia. Yo creo que eso dice mucho sobre sus habilidades y ese amiguito podría sin dudas atraer miradas. Eso es lo que queremos, que nos miren, que nos midan, que evalúen las posibilidades —Lilith miró hacia Ean—. Quiero que cuando los vean no piensen solo en hielo, quiero que vean garras y colmillos.

Ean le sostuvo la mirada, pero sabía que pensaba, ¿qué más tenían para ofrecer?

Quizás eso que había intentado matarlos una vez.

—Los Frezz —soltó Annabel.

—Annabel —espetó su padre—. Ya te dije que no.

Annabel negó.

—¿Qué pensarán los gobernadores al verlos marchar con los Frezz? —sopesó—. Dirán que conseguiste su lealtad y respeto, ¿qué pensaran los otros? Que el señor del hielo consiguió el control sobre las criaturas más incontrolables de la tierra de los mágicos. Ellos tienen garras y colmillos. Tienen el salvajismo aterrador que sigue atemorizando a muchos. Lilith dijo lo que necesitamos y lo tenemos, ¿por qué no íbamos a usarlo?

—Ellos se sumen, pero no me respetan —le recordó Ean.

—No tienen que ir todos, y conozco a uno que sí...me respeta —alegó.

Lilith intercambió una mirada con Johan.

—Ella me gusta —le dijo—. Tiene la clase de ideas que podrían arruinar las cosas o hacernos ganar. Todo o nada —sus ojos de diferente color la encontraron—. Si tienes la lealtad de uno de ellos es suficiente, pero asegúrate bien, no quiero sorpresas. De todas formas, nos reuniremos otra vez antes de partir a Pardon.

—Yo no he dicho que ella vaya a ir —refunfuñó Ean.

Lilith suspiró.

—Piensa en tus opciones, señor del hielo. Esto no es algo que podamos tomar a la ligera —se puso de pie—. Ya que matarlos es considerado como un acto barbárico, tenemos que jugar su juego político.

La idea no parecía hacerle mucha ilusión a la mujer.

—Ganarles en su propio juego es más satisfactorio —se rió Johan.

Lilith rodó sus ojos.

—¿Sabes que me da satisfacción? Imaginar su sangre en mis manos y sus caras paralizadas por el terror —bramó una risa que hizo a Wallas encogerse.

Ean le enseñó los dientes.

—No hables así frente a mis hijos —advirtió—. Danos los detalles de la reunión, qué debemos saber, qué armas debemos llevar.

—Yo los cuidaré, sobre todo a los novatos —aseguró Lilith, moviéndose por la habitación, sus sombras con formas de serpiente siguiéndola—. Si todo resulta aburrido, no utilizaremos armas, pero si las cosas se ponen interesantes, será mejor que tengan su magia lista y un par de armas preparadas. No muchas, solo con las que se sientan cómodos —se detuvo frente a las ventanas grandes de cristal—. Sobre los detalles de la reunión, Johan puede hablarte de los protocolos, tiene una debilidad por ellos.

Johan gruñó por lo bajo.

La conversación fue hacia esa dirección, Ean le dijo que podía marcharse, pero Annabel no quiso hacerlo, se quedó allí escuchando, prestando atención, siendo participe. Sentía la mirada de Lilith de vez en cuando y también la de Kaz. No se atrevió a mirarlo otra vez, Lilith... ¿podía ver su vínculo? ¿Por qué no lo reveló ante todos? ¿Por qué solo había expuesto su vínculo con Wallas?

Se obligó a dejar esos pensamientos, ahora no era importante. La reunión sí. Después de eso decidirían qué hacer. Si pelear o...rendirse. Annabel no quería rendirse, ya lo habían hecho durante mucho tiempo, y era eso lo que la hacía tener miedo, porque a lo mejor Kazliar se había acostumbrado.

Y rendirse se sentía natural. 

El señor de las criaturas de hieloWhere stories live. Discover now