Capítulo 8

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Se sentó en el sofá y arrimó sus piernas contra su pecho, mirando hacia la capa gruesa de hielo intacta que cubría la puerta. Ellos nunca habían tenido una discusión así y esta situación era demasiado nueva como para que Katerine supiera qué debía hacer. Por supuesto que quería explicarle los motivos por los cuales no lo llamó, pero se sintió cohibida, pequeña, avergonzada.

Iba a darle un poco de espacio, el suficiente como para que ella ideara otra forma de decirle las cosas, solo esperaba que Ean quisiera escucharla al final.

El sonido ahogado de golpes en la puerta la hizo mirar en esa dirección.

—¿Pero qué demonios? —era la voz lejana de Waylynn—. ¿Hola? ¿Me van a dejar pasar o tengo que hacer un portal?

Katerine se sobresaltó cuando con el eco de un chasquido de dedos el hielo desapareció, Ean estaba en mitad del camino de las escaleras, miraba hacia la puerta.

Waylynn entró maldiciendo algo sobre que el frío estaba quemándole las manos, pero se detuvo cuando vio a Ean. La bruja enderezó su espalda e inclinó su cabeza levemente hacia él.

—Vi su regreso, señor —dijo con cuidado Waylynn, mirando hacia donde Katerine estaba en el sofá—. Imagino que tiene preguntas.

Ean bajó, la mirada fija en la bruja.

—¿Vas a revisar a Katerine? —interrogó.

—Así es, la reviso todos los días —respondió Waylynn, tratando de no inmutarse por la cercanía de Ean.

—Bien, quiero que me digas como está ella y sobre…tu teoría —en sus ojos se vio la duda acerca de la palabra, no sabía si estaba usando la correcta. Él instintivamente miró hacia Katerine, pero terminó apartando la mirada por orgullo.

Algo se retorció dentro de Katerine. Cuando él actuaba de esa forma con ella era irreconocible, porque nunca hacía eso, nunca se molestaba con ella.

Waylynn asintió con una sonrisa nerviosa, Katerine la entendía, el aura que rodeaba a Ean era una que podía intimidar con facilidad, era por eso que en el refugio la mayoría se escondía cuando él iba de visita.

—De acuerdo —aceptó la bruja, caminó hacia Katerine siendo vigilada por Ean a centímetros de ella—. ¿Quieres que comencemos ya?

Katerine se acomodó en el sofá incomoda, sin decir nada, solo esperando a que la bruja se acercara. No los miró a ninguno, se entretuvo con el techo alto, blanco y lizo, le gustaba, le resultaba relajante.

—Puedo sentir algo en ella —dijo Ean con voz ronca—. Ya no se está escondiendo, es como un animal asomando su hocico. Tiene curiosidad.

Arrugó su entrecejo, no quería que compararan a su…

Cerró sus ojos y se habló a sí misma, se recordó cual sería el final y que no podía ilusionarse. Que no que empezara a llamarlo “su bebé” porque ella nunca podría tener uno, no uno de Ean y dado que a él lo quería para siempre entonces eso sería todo. Solo él y ella. Siempre que dejaran esta discusión atrás.

—La magia crece más rápido que el individuo al que habita —explicó Waylynn, colocando un termómetro entre los labios de Katerine—. Esta magia se está desarrollando muy rápido, es curiosa, agresiva, posesiva e intrépida. Pero no le hará daño a Katerine. Pienso que al ser concebida en el entorno adecuado se ha llenado de fuerza y es probable que empiece a manifestarse de otras formas. Lo iremos averiguando conforme avance el embarazo y…

Katerine se sacó el termómetro y le dirigió una mirada de advertencia a Waylynn. Ean tenía su ceño fruncido, pero los ojos luminosos, procesaba la información y un sonrojo casi imperceptible coloreó la pálida piel de sus mejillas.

El señor de las criaturas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora