Capítulo 18

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Era unaniña y Waylynn la revisó ante los ojos curiosos de todos, su magia erajuguetona, pero reservada y celosa con su portadora. Era una criaturaencantadora, sus orejas eran alargadas y puntiagudas, sus ojos eran azules comodos preciosos diamantes, apenas estaban saliéndole los dientes por lo que debíatener un año aproximadamente.

Katerine vio a la bruja examinarle el cabello, lo ponía entre sus dedos y frotaba las hebras rubias –casi plateadas-.

—Es un hada del hielo —determinó Waylynn, sonriéndole y haciéndole mimos a la niña—. Su corazón es tan frío como esta tierra y es tan adorable que quema —la bebé comenzó a balbucear y todos, sonrieron.

—¿Qué pudo haber ocurrido con su madre? —cuestionó el hombre que la había llevado a la casa, Kazliar estaba entre sus brazos, mirando como todos a la bebé. Ean seguía consternado y nervioso—. La nieve no pudo habérsela tragado.

Waylynn retrocedió con una mueca pensativa plasmada en su rostro. Miró hacia las grandes ventanas, afuera estaba nevando y el viento sacudía el vidrio como si tocara, llamando su atención.

Érase una vez un bebé —comenzó la bruja, la piel de Katerine se erizó—, que abandonado en las montañas la nieve lo adoptó...—giró su rostro hacia el tenso Ean—. El hielo es capaz de muchas cosas, señor.

Ean cuadro sus hombros.

—No en la tierra que yo comando —dijo.

Waylynn rodó sus ojos.

—Existe una historia sobre las hadas, se dice que cuando mueren solas en el bosque la tierra las reclama. Nunca he sabido si es verdad, pero es bien conocida por todas las criaturas del bosque —contó la bruja.

Ean no pareció satisfecho con eso, intentaba mantener a la bebé tranquila sobre la mesa del comedor, habían puesto una de las mantas acolchadas de Kazliar antes de acostarla para que estuviera cómoda. Ean la estaba entreteniendo con copos de nieve, como lo hacía con Kazliar.

Resultaba gracioso que él no creyera historias, cuando él era la personificación de una.

A veces la bebé se detenía a mirarlos con cautela, como si se diera cuenta de que ellos eran un montón de extraños, hasta que volvía a distraerse con los copos de nieve.

Katerine sentía pena por ella.

—¿Y si esa mujer no era su madre? ¿Y si solo fingió para poder dejarla y escapar? —sopesó East.

—Estaba muerta, yo lo sentí —le recordó Ean.

East suspiró.

—Un cuerpo no puede desaparecer así por así, sin ofender, Waylynn, pero investigaré tu historia sobre las hadas. Creo que eso es lo más sensato por hacer, comenzar una investigación —declaró peinando su cabello hacia atrás, se lo había dejado crecer hasta los hombros y tenía una espesa barba rodeándole la mandíbula—. Si era su madre y está muerta, todavía debe tener un padre o hermano o tío. Si no lo era, debe haber una familia buscándola.

—Bien —accedió Ean—. Iré a ver a los Frezz, ellos pudieron haber escuchado o visto algo.

West bufó.

—Pudieron haber tomado el cuerpo de la mujer sin dejar rastro también —alegó.

—Lo sabré —aseguró Ean.

Dejó a Kazliar sobre su silla para darle de comer, besó su frente y comenzó a retirarse.

—¿Qué harán con ella? —quiso saber Waylynn.

Todas las miradas fueron a Ean, él se había detenido a medio camino de la puerta.

—Se queda aquí, hasta que sepamos más —sentenció.

El señor de las criaturas de hieloWhere stories live. Discover now