Capítulo 33

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En lo único en lo que podía pensar era en la furia que le producían los ojos del lobo que le devolvía la mirada. Despertó sus instintos más salvajes y primitivos, llamándolo a responder.

Había bullicio a su alrededor, todos querían ir a ver al Frezz, pero él no se movió, se quedó quieto aun sabiendo que era la primera persona que debía ir por el Frezz. El viento le azotó su cuerpo, pero Kazliar no sintió frío. Esa era una señal de que su poder se estaba expandiendo, listo para ser liberado.

—Oh, demonios, lo siento, Gaster —masculló Annabel, se reincorporó y fue hacia el lobo—. Iba a quitarte de encima con mi magia, pero Kaz pensó lo mismo y fue demasiado fuerte, ¿te lastimamos?

«¿Te lastimamos?». Ella se estaba echando la culpa también.

Stevee a su lado soltó un suspiro aliviado apenas perceptible. Debía estar leyendo los pensamientos de todos, incluyendo los de Gaster.

El lobo se retorció en el suelo cuando cambió a su cuerpo de hombre, se puso de pie, completamente desnudo frente a Annabel. El sonido que se formó en el fondo de su garganta era un canto de lucha, sabía lo que ese bastardo estaba haciendo, sabía lo que quería cuando sonrió presuntuoso hacia ella.

—No me hicieron daño, pero no me gusta que me empujen así —su voz era una mezcla ronca de bufonería y advertencia.

—Me debes una malteada —tonteó Annabel, tenía una sonrisa que le revolvió las entrañas.

Gaster se sonrojó de pronto, su atención atraída solo por la chica de ojos azules.

Kazliar se dio cuenta de que sus amigos lo estaban sujetando cuando ambos sisearon una advertencia, estaba congelándoles las manos. Baxter lo soltó y corrió hacia Gaster.

—¡Eh! Vamos a ver a la criatura, ¿o qué? —soltó jocoso. Un segundo después se rompió en su piel animal y animo a Gaster a una carrera.

—Nos vemos luego, Ana —se despidió el hijo del alfa antes de volver a su piel de lobo.

Él ya estaba caminando hacia Annabel mientras ella observaba a los lobos marcharse, cuando se giró su furia igualaba la suya. Golpeó su pecho cuando se detuvo a solo dos centímetros de distancia y comenzó a despotricar.

—¿Te has vuelto loco? ¡Tonto idiota! —mascullaba con voz contenida, el aire se detuvo a su alrededor y supo que Stevee los había envuelto para no ser escuchados—. ¿En que estabas pensado?

—¡Nunca vuelvas a hacer eso frente a mí! —advirtió Kaz, recordaba la sonrisa estúpida que le había dirigido a Gaster, la forma en la que lo había mirado—. Eres...

—Deberías agradecerme, imbécil —lo interrumpió

¿Agradecerle?

La había visto coquetear con un idiota frente a él, eso...no era correcto, ellos tenían límites.

Iba a gritarle, iba a decírselo, pero Stevee le clavó las uñas en el brazo.

—Salvó tu tonto trasero, Kaz, ¿es que no lo entiendes? —su voz era calmada—. Atacaste al hijo de un alfa, si Annabel no hubiera distraído a Gaster de su furia las cosas se habrían puesto feas, no solo para ti. Esto no iba a ser solo una pelea entre dos. La manada entera se iba a ver involucrada, tus padres iban a tener que intervenir.

Se quedó callado pensando en la verdad de sus palabras, pero él no había pensado en eso, él solo había querido quitarlo de encima de Annabel, comenzar una pelea y tener una excusa para golpearlo hasta dejarlo hecho solo pulpa roja. No había pensado en las consecuencia políticas, no había pensado en que los lobos se volvieran su contra, no había pensado en nada salvo en Annabel.

El señor de las criaturas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora