Capítulo 10

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Un latido de corazón después Katerine se estaba cayendo al suelo, West logró sostenerla con su magia antes de que se lastimara, la llevó hasta sus brazos y su rostro fue invadido por el pánico. Katerine tenía el rostro muy pálido, los labios azules y sus ojos muy abiertos, West la llevó corriendo junto a la chimenea y la dejó sobre la alfombra, la escarcha sobre su piel se derritió al instante empapando su ropa.

Al otro lado de la habitación Ean y East se habían quedado petrificados, pero al ver lo que estaba haciendo West, Ean fue el primero en moverse hacia ella.

—Está en shock —advirtió West quitándole las prendas—. Hay que hacerla entrar en calor cuanto antes, el poder explotó desde dentro, tienes que llamar a Waylynn.

Quiso hablar, quiso moverse, pero no pudo, sentía su cuerpo entumecido.

Ean le estaba sujetando el rostro, tocaba su piel e intentaba secarla con la camisa que se había quitado. Estaba aterrorizado y no dejaba de llamarla.

—Descongela el lugar, Ean —ordenó West, le estaba sacando los pantalones—. Y consíguele ropa seca.

Ean lo hizo. Desapareció el hielo con un movimiento de su mano y fue a buscar la ropa para Katerine.

—Waylynn viene en caminó —avisó East arrodillándose junto a su hermano—. Dioses, mira su vientre.

Katerine quiso mirar cuando la expresión de West vaciló, quería pedirles que le dijeran lo que sucedía, pero solo pudo emitir un pequeño gemido. West llevó una de sus manos a su cabello y lo acarició con dulzura.

—La magia se está contrayendo, regresa a su núcleo, es por eso que ahora parecen relámpagos, es como si nos advirtiera —explicó West, sus ojos buscaron los de Katerine—. Tranquila, entraras en calor pronto.

Ean regresó cuando West terminó de decir aquello, Ean se encargó de vestirla, lo hacía rápido, como si estuviera acostumbrado, cuando la realidad era que sus manos eran más bien expertas en desnudarla. La miró todo el tiempo, miraba su vientre y buscaba sangre entre sus piernas, pero no había nada alarmante, solo su evidente estado de congelación. Waylynn llegó cuando Ean terminaba de colocarle las medias.

—¿Qué demonios pasó aquí? —masculló la anciana apartando a los gemelos.

Sus ojos verdes le dieron a Katerine una mirada cálida de pura seguridad. Los gemelos empezaron a contarle lo que había pasado, mientras que Katerine sentía la magia de la bruja recorrerle el cuerpo, era tan distinta a la magia que había explotado desde dentro de su cuerpo. Casi no recordaba, lo que le parecía una locura, ¡acaba de pasar!, pero Katerine no recordaba. Fue como si...ella, lo que era ella, su mente, su alma, lo que fuera, se hubiera apagado cuando esa magia la dominó entera. Solo recordaba que no había estado feliz.

Lo que le había dicho Ean a East le pareció tan grosero y cruel, East no tenía que servirles, él no respondía a ninguno de ellos. Los gemelos estaban allí, ayudándolos, todo porque Katerine se los había pedido. Las palabras de Ean la habían hecho sentir tan furiosa que solo quiso detenerlo, pero no fue ella misma quien lo hizo.

—Vas a estar bien, Katerine —prometió Waylynn.

Katerine pudo reincorporarse un poco, todos quisieron ayudarla a pasarse al sofá, pero ella los detuvo, solo permitió que Ean le sirviera de apoyo. Necesitaba moverse, estirar su cuerpo y sentir el control de nuevo.

Su mano tembló cuando la llevó hacia su garganta.

—A-agu-aa —pidió cuando pudo sentarte.

—Será mejor un té —opinó Waylynn.

La anciana se sentó junto a Katerine y le sujetó las manos. Uno de los gemelos fue a hacer el té, Katerine no se fijó en quien. Seguía sintiendo la vibrante magia de Waylynn buscando heridas o males. Terminó con un suspiro pesado.

El señor de las criaturas de hieloWhere stories live. Discover now