Capítulo 52

427 118 5
                                    

Apenas era consciente de lo que decía el profesor. Había asistido a clases solo para aparentar, su visión estaba puesta en el reloj en la muñeca de Wallas. En una hora Kazliar y su madre se subirían a un barco para ir a la reunión de gobernadores. En treinta minutos ella se encontraría con los Frezz a los alrededores del muelle y en cinco minutos debía estar escapando del instituto.

Mordisqueaba su labio y garabateaba en su cuaderno, algunas de sus compañeras más cercanas le preguntaban si se encontraba bien, Annabel las despedía con un asentimiento.

Wallas la codeó y supo que era el momento.

—Tengo que ir al baño —dijo levantándose, sin esperar el permiso que su profesor le daría de todos modos.

—¡Rápido, señorita, tenemos una lectura pendiente! —advirtió su profesor viéndola salir.

Y la lectura seguiría pendiente, pensó Annabel.

Los pasillos estaban vacíos, todos los estudiantes estaban en sus respectivas aulas. Annabel fue hasta el baño de chicas de la primera planta. Allí había una ventana alta que daba hacia la cerca que separaba los terrenos del instituto con el bosque. En el pasado había escapado por esa ventana muchas veces, solo para divertirse con sus amigos, nunca para nada tan oficial como la reunión de gobernadores.

Mientras esperaba a Wallas, quien se ofrecería amablemente a buscarla, se cambió al uniforme de la academia de Inteligencia que Hawel le había proporcionado. Era de cuero negro, pero tenía delgadas líneas plateadas y doradas que marcaban los brazos y piernas. En la chaqueta, justo sobre su corazón, estaba el logo de la academia. El sol y la luna unidos. Representaba a todas las criaturas que estuvieran bajo ese sol y esa luna, incluso los humanos. La academia de Inteligencia se aseguraba de la protección de la vida.

Wallas llegó cuando ella estaba recogiéndose el cabello.

—Oh, dioses —susurró su amigo—. Te ves espectacular.

—Gracias, ahora es tu turno, cámbiate rápido.

Wallas entró en un cubículo refunfuñando que su ropa no era tan intimidante como la suya. Annabel no estaba de acuerdo. Wallas vestido con un traje de entrenamiento blanco la dejaba sin aliento, era como ver a la oscuridad burlándose de la luz. Se veía guapo, importante y peligroso. Todo lo que quería Lilith.

—No me mires así, me harás sonrojar.

Annabel se rió, pero duró poco, tenían que ponerse en marcha.

Fue fácil que su magia alcanzara la cerradura de la ventana, Wallas la ayudó a subirse y Annabel empujó el vidrio. Afuera no había nadie, solo se escuchaba el aire y el bosque olía a...bosque. Del otro lado esperó a Wallas antes de trepar la cerca.

Técnicamente ya estaban fuera de los terrenos del instituto y eso fue un alivio. Había separado el plan en fases y la primera estaba completada. Ahora debían ir por el área boscosa hacia el muelle, ese era un gran camino por delante. Tendrían que pasar por el territorio de la manada y cerca del vecindario del acantilado, sin ser vistos, esa era la meta.

Annabel intercambió una mirada con Wallas, levantó sus manos y una suave niebla los rodeó. Ella los cubriría tanto como pudiera.

*****

Habían pasado el territorio de la manada con existo, el corazón de Annabel latía de prisa, ansioso y supo que algo estaba a punto de pasar. Se detuvo en un punto desde donde podía ver la playa y más lejos, los muelles.

—¿Qué pasa? —cuestionó Wallas.

No eran los Frezz.

Era otra cosa.

El señor de las criaturas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora