La Sombra De Mis Recuerdos...

By isabellyxp

33.7K 3K 898

Una tarde lluviosa se convierte en el escenario perfecto para que las vidas y realidades de dos jóvenes colis... More

¡Bienvenidos Lectores!
Dedicatoria.
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XXXX
Capítulo XXXXI
Capítulo XXXXII
Capítulo XXXXIII
Capítulo XXXXIV
Capítulo XXXXV
Capítulo XXXXVI
Capítulo XXXXVII
Capítulo XXXXVIII
Capítulo XXXXIX
Capítulo XXXXX
Prólogo
Agradecimientos

Capítulo XXVIII

423 49 22
By isabellyxp

Adina contempló la nueva identificación que poseía en sus manos, una nueva identidad que la salvaba de cualquier peligro y barbarie nazi, era muy consciente que ese trozo de papel era la diferencia entre la vida y la muerte, un boleto de salvación y la entrada al cielo, se sentía tan privilegiada y bendecida por ello, que inmediatamente pensó en toda la mala suerte que corrían las personas bajo las manos oscuras de los nazis, aquellos uniformes estaban manchados de sangre y cada uno de ellos, en menor o gran medida, eran responsables de la ola de muerte, desgracia y destrucción que dejaban a su paso. Desde 1939 la jovencita había abandonando todo el mundo que pensaba conocer y sin meditarlo conoció el verdadero significado de la vida y la libertad, algo que los nazis habían intentando quitarle y que por cuestión de suerte o destino, como prieferan llamarlo, logró salvarse de aquel infierno.

No era capaz de imaginar por todo lo que sus compañeros estaban pasando, porque a pesar de pertenecer a la minoría judía, ella consideró y consideraba a cada uno de los presos como sus compañeros y su gente, gitanos, homoxesuales, prostitutas, opositores políticos y todo aquel ser humano que para ojos nazis eran considerados como los seres inferiores, formaba parte de los pensamientos y oraciones de la joven. Dentro del ghetto había conocido todo tipo de personas y aunque sus ideales, creencias y culturas eran diferentes, la coexistencia pacífica entre todos era algo que sólo podía haberse logrado gracias a un solo objetivo: la supervivencia.

Y ella lo había logrado, entre miles y quizás millones, Adina, su hermano y su hijo se habían salvado, lamentaba con todo su corazón lo que ocurría con todas esas personas inocentes y más porque ella lo había vivido bajo su propia piel, conoció fue testigo de cómo la humanidad del hombre podría verse eliminada por completo gracias al odio y el rencor, porque en el fondo, Adina sabía que todo lo que estaba sucediendo en el continente Europeo era culpa de esos dos detestable sentimientos. Todas las noches y sin falta, se tomaba el tiempo de darle las gracias a Dios por la oportunidad que les había brindado a ellos, oraba por el fin de la guerra y también por la derrota de Alemania, país que a pesar de haberla visto nacer y crecer no podía evitar sentirse más avergonzada y humillada por formar parte — aunque sólo fueran en sus recuerdos. — de un país al cual ella misma se sentía verdaderamente incomoda al pensar que por sus venas corría sangre alemana, un auténtico y muy razonado repudio comenzó a germinar en lo más profundo de su interior por la Patria que la había parido, el cual no deseaba pisar nuevamente aunque la guerra llegará a su fin. Ese rencor y odio hacia los alemanes inició cuando su hermano y ella fueron deportados, sacados a empujones de su hogar, por todas las cosas que hicieron y dijeron para humillarlos, por todas las personas que caían a su lado muertas por culpa del hambre o el cansancio, todo el dolor y sufrimiento que había en el ambiente, cultivo en ella un odio desmesurado por Alemania, sus soldados y todo lo que tuviera que ver con el Tercer Reich.

Adina no podía mirar la insignia nazi sin sentir asco y para su incomodidad, la insignia se encontraba en todas partes de Linz, los camiones de guerra llenos de soldados alemanes que iban de un lado a otro, los patrullajes que la gestapo realizaba cada tanto, los soldados que caminaban por las calles, portando con orgullo la insignia de la muerte, era algo que se encontraba en todas partes, como una epidemia, de la cual no podía huir y en donde quedaba más que claro, que ellos eran los que mandaban. Sin importar aquello, con ayuda de Ingrid y algunos contactos confiables dentro del gobierno, tanto Frederick como Adina tenían una nueva identidad, sinónimo de libertad, tranquilidad y que todo se lo debían a ella, a la rubia que se encontraba sonriendo mientras salían del recinto estadal.

Con un perfil bajo, para no levantar sospechas. Las nuevas identidades y documentos habían costado un dineral, el cual la mismísima Ingrid prestado a los jóvenes hermanos para así brindarles una nueva oportunidad — y aunque sólo habían cambiado sus nombres y Frederick llevaba el apellido de su abuela partena, Adina portaba el de su madre. — los dos sentían una inmensa deuda con Ingrid, la cual luego de una charla con Frederick había tomado la decisión de seguir ayudándolos, pues a pesar de los sentimientos  involucrados, un pequeño bebé que no tenía la culpa de la maldad que se desataba sobre la tierra, Alaric estaba en el medio e  Ingrid sin querer, se había encariñado rápidamente y aunque Frederick fue partidario de abandonar el apartamento de la rubia, está no lo permitió incluso luego de conocer el verdadero origen de los hermanos y que en realidad, no eran un matrimonio berlinense.

Todos los jóvenes se encontraban cruzando una calle transitada en aquellas horas del día, cuando un automóvil se salió de control de la nada, los frenos del mismo cedieron y el conductor comenzó  una competencia para poder controlar la velocidad que tenía la máquina, todo ocurrió en cuestión de segundos, momentos en donde el auto volcó encima de los tres jóvenes, Adina corrió con Alaric en sus brazos lo más rápido que pudo y en un intento desesperado por proteger a la chica que le gustaba, Frederick empujó a la rubia, pero sin éxito, ya que ambos jóvenes recibieron todo el impacto.

—¡Dios mío! — gritó Adina acercándose al accidente, donde al auto se le escapaba el humo y las personas tanto asombrada como curiosas comenzaban a acercarse para ver la situación.

El conductor estaba inconsciente y su hermano había quedado atrapado con la mitad de su cuerpo en la parte delantera de la máquina, Ingrid yacía en el suelo con sangre a su alrededor, la cual  no pudo distinguir si era de ella o de su hermano, instantes después una ambulancia se hizo presente en el lugar y rápidamente los trozos de metal que aprisionaba a Frederick fueron retirados, Adina escucho como los para médicos informaban que tenía signos vitales al igual que su amiga, pero ambos estaban inconscientes, mientras que el conductor había recobrado la conciencia, los dos jovenes fueron trasladados con rapidez a un hospital, con Adina y el pequeño Alaric —que habían resultados ilesos del accidente. —como acompañantes.

Adina sintió como su corazón estaba atravesado en su garganta y un nudo imaginario no la dejaba hablar, fue testigo de cómo un miedo similar al sintió  cuando era prisionera del ghetto, donde la vida de las personas que amaba dependía de un hilo. Al llegar al hospital, los dos jóvenes desaparecieron tras las puertas blancas del lugar y después de dar sus nombres e identificaciones, lo único que quedaba era esperar.

Las horas pasaron lentamente, el tic tac del reloj se clavaba en la cabeza de Adina y todos sus pensamientos imaginaban lo peor, pero luego de casi seis horas de ardua espera y temer, un doctor de acercó a ella.

—¿Eres el familiar de los dos jóvenes del accidente? — preguntó, a lo que la chica respondió asintiendo. — ambos se encuentran fuera de peligro y conscientes pero necesitan reposo. — hizo una pausa. — los tendremos en observación está noche y al día siguiente podrán ser dados de alta.

El hombre de bata blanca y cabello canoso desapareció del pasillos solitario, la mente de Adina se relajo por unos instantes y tomó la fuerza necesaria para entrar a la habitación con Alaric dormido en sus brazos, primero observó a su hermano, quien yacía en la cama blanca, tenía vendas en su abdomen y piernas, mientras que Ingrid, que reposaba en otra cama en la misma habitación, tenía vendas en su cabeza y brazos.

—Es un milagro que estemos bien. — indicó Ingrid, intentando sonreír y llamando la atención de los dos hermanos.

—Si, pero no podré trabajar. — murmuró Frederick, sintiéndose como un fracaso. —¿cómo haremos para pagar la cuenta del hospital, los medicamentos, la renta y la comida? — preguntó en modo de queja.

Adina guardo silencio, su hermano tenía toda la razón, pero estaba segura que algo se les ocurriría.

—Estaremos bien. — aseguró la rubia con su hijo en brazos. — lo importante es que ambos se encuentran a salvo.

Esa noche aunque Adina intentó quedarse con ellos en el hospital, ambos jóvenes decidieron que era mejor que fuera al modesto apartamento en el que vivían, para así alimentar a Alaric y que tanto ella como el bebé pudieran descansar para el otro día, el cual llegó de forma rápida y a las 7:00 la jovencita se encontraba a las afueras del hospital, con su niño en brazos y un taxi a la espera de su hermano y su amiga. Ambos jóvenes salieron en sillas de ruedas y con ayuda del conductor así como también los enfermeros, subieron al auto, donde en la mente de la jovencita aparecía las indicaciones del  doctor, Frederick sufrió daños leves en sus cosillas así que debía de reposar un par de meses, mientras que Ingrid que sólo había sufrido una contusión en el cráneo, debía de tomar reposo al menos un mes completo. Cuando llegaron al pequeño edificio grisáceo, subir las escaleras se convirtió en una completa odisea y luego de varios minutos, lograron al fin entrar al apartamento.

Adina dejó a Alaric en su modesta cuna y comenzó a atender ambos jóvenes, todos se encontraban en la sala cuando unos pequeños golpes a la puerta llamaron la atención de todos los presentes, la joven rubia abrió la puerta y una pareja conformada por un hombre y una mujer estaban de pie. Adina no los reconoció, pero Ingrid al oler el distintivo perfume que llevaban puesto, comprendió que la visita no podría ser otras personas que Gina y Pol, sus jefes y los dueños de el jardín. A pesar de que Ingrid se encontraba convaleciente, intentó ponerse de pie para encarar la dura situación que se avecinaba, pero cuando lo intentó, un fuerte mareo la hizo caer nuevamente en el viejo sofá.

—Vaya parece que Ingrid ha perdido el toque de gracia. — indicó de forma irónica el hombre. — Y tu lindura ¿no nos invitarás a pasar? — preguntó mirando a una diminuta Adina, quien no entendía para nada la situación.

Sin responder, se hizo a un lado para que la pareja entrará al lugar, se percató rápidamente que tanto la mujer como el hombre vestían elegantes atuendos, que parecían confeccionados a la medida y que pertenecían a casas de moda reconocidas.

—Seremos directos Ingrid. — dijo la mujer llamando la atención de todos. — nos haz sacado varios préstamos y aunque la verdad no importa en qué gastas el dinero, lo que me interesa es recuperar mi inversión. — destacó mientas sacaba un cigarrillo de su diminuto bolso. — al enterarnos de tu accidente, sabíamos que nuestra inversión y préstamos se verían afectados, así que dime ¿cómo piensas pagar todo lo que nos debes?

Frederick y Adina se miraron intentando buscar un solución, al contrario de Ingrid que pensaba en la mala idea que había sido pedirle dinero prestado justamente a ellos.

—Creo que la solución está frente a nuestra narices y aún no nos damos cuenta querida. — Pol alzó la voz, mirando a su hermana y luego a todos los presentes. — mira al pequeño retoño que tenemos aquí. — poco a poco se fue acercando a Adina, quien se quedó inmóvil por el descaro de las palabras del hombre que ahora tocaba su cabello. — Ingrid no puede trabajar, mirala. — hizo una pausa, sin dejar de acariciar el cabello de Adina, quien ahora se encontraba temerosa por las asuqerosas caricias. — pero ella, éste pequeño ángel puede hacernos ganar dinero.

Frederick intentó ponerse de pie, para impedir el toque descarado de aquel hombre, pero al igual que Ingrid, cayó rápidamente sobre el sofá, donde se quejo.

—Pol, Gina por favor. — pidió la rubia, llamando la atención de la pareja. — yo les pagaré, pero no la involucren a ella en todo ésto.

Gina la miró y luego de mandarle una mirada desafiante, habló.

—Eso ya no lo decides tú, cariño. — mencionó. — tienes una mina de oro aquí y si no puedes pagar tu deuda, ella lo hará por ti. — miró a Adina de arriba a abajo, mientras expulsaba humo por sus labios. — o si no, todos morirán.

Debajo de su sobretodo púrpura, descansaba un arma, la cual tomó entre sus brazos para amedrentar, cosa que funcionó rápidamente para que Adina tomará una decisión.

—¡No hagan nada! — chillo. — trabajaré para ustedes.

~~~
Acabo de cumplir un reto personal ¡2.110 palabras en un sólo capítulo! 😱 Es quizás el capítulo más largo que he escrito hasta el momento 😂 y en parte se los debía por estar tanto tiempo ausente ❤️ espero no haberlas abrumado por lo extenso que es éste capítulo jaja

En otro orden de ideas.. ¿Están listas y listos para lo que se viene? 🤔 Las leo👀

Continue Reading

You'll Also Like

125K 4.3K 42
¿Y si OT 2018 no hubiera existido? ¿Cómo se habrían conocido los concursantes?
Prohibido Amarte By JAnia88

Historical Fiction

153K 20.5K 43
Sexto libro de la Saga Londres de Cabeza. ¿Podrán dos personas enseñadas a controlarlo todo dejar de lado sus propias reglas para luchar por amor? El...
44K 3.8K 60
A toda acción corresponde una reacción, es lo que dice la tercera ley de Newton y eso a Carey le quedaba claro. Una noche de copas le había jugado u...
113K 5.8K 22
✔ Historia ganadora 1° Lugar categoría PopFic premios Flirefly Awards ❝Confiar en la persona menos esperada puede sorprenderte❞ Portada por: @E...