Capítulo XXXVIII

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Sus labios estaban de tono carmesí, su vestido rojo con pequeños destellos en dorado la hacían lucir esplendorosa, parecía una estrella, una cantante o una actriz de teatro, parecía ser tan espléndida, que al verla en el jardín era cuando caias en cuenta que no trabaja en un lugar tan grandioso como lo era ella. Adina sostenía el micrófono con fuerza, sus ojos azulados se habían acostumbrado a la fuerte luz que salía de la oscuridad para hacerla relucir más sobre el escenario, movía su mano libre, haciendo siluetas vagas mientras su momento de fama continuaba. El lugar estaba lleno y en su gran mayoría, eran soldados de alto rango nazis los que estaban sentados, bebiendo y disfrutando de la compañía femenina de sus compañeras.

A lo lejos, vio a Adler, sentado en la mesa de siempre, su mirada fue directamente a él, cuando cantaba las últimas palabras de su canción.

"Serás mi verdugo, así que ven, junta tus nariz con la mía, dame beso de despedida, firma mi sentencia de muerte con tus caricias, incluso si fallo en mi conquista, yo te seguiría amando, hasta el final de mis días. "

Adina apartó la mirada de Adler, sintiendo que esa parte de la canción, iba directamente hacia él y en cierta parte, así era, pero no quería admitirlo, prefería engañarse a sí misma. La química fue evidente para Joseph quien se encontraba al lado izquierdo de su hermano mayor, sosteniendo una copa de champán y mirando fijamente a la chica que era aplaudida de pie por los presentes.

-Así que está es la mujer que te tiene loco. - comentó, cuando Adina desapareció tras las cortinas negras.

Adler iba a negarlo, pero su amigo Conrad respondió rápidamente.

-Viene cada noche que puede para verla cantar. - murmuró riéndose. - a pesar de que siempre paga su cuenta y la lleva a su hogar después de su turno, dudo mucho que lo haya dejado disfrutar de esas lindas piernas que tiene.

Joseph se quedó en silencio, dibujo una pequeña sonrisa y continuó bebiendo de su copa. Cuando la chica salió, tiempo despues, varios hombre se acercaron hasta ella, llenándola de halagos e invitaciones que como siempre, intentaba negar de la forma más educada que podía, pero no siempre lograba salir bien librada de eso, ya que de vez en cuando, le tocaba bailar o jugar poker con algún oficial de rangos relativamente altos, para así no levantar muchas sospechas. En esos instantes, mientras otra chica se presentaba, Adina se encontraba jugando una partida de cartas con un grupo de soldados que la habían invitado, justamente del mismo rango de Adler.

-Que tortura debe de ser para mí hermanito ver a una puta austriaca en los brazos de otro. - el cinismo en la voz de Joseph se hizo presente y Adler logró salir del pequeño trance en el que se encontraba luego de ver a Helen, marcharse a la mesa de aquellos hombres sin detenerse por un momento a mirarlo.

-He estado con muchas putas en mi vida. - dijo, recordando a todas las mujeres que había amado por solo una noche. - y se que Helen no es una de ellas. - indicó.

Conrad y Joseph comenzaron a reírse en la cara de Adler, el joven los miró con su ceño fruncido.

-Creo que estás enamorado. - indicó su amigo. - cuando dices que una puta, la cual trabaja en un cabaret, según tú, no lo es. Es porque te enamoraste.

Las carcajadas de los jóvenes, estaban sacando de quicio a Adler quien optó por levantarse de la mesa y caminar hacia Helen, la muchacha festejaba sus victorias en el juego con una, sonrisa pícara, mientras observaba a los demás hombres a su alrededor jugar, no sabía muy bien si es que la estaban dejando ganar para ver como sus pecho se movían en un pequeño brincoteo de felicidad, o si por el contrario, estaba teniendo una muy buena racha de suerte.

-Buenas noches caballeros. - Adler hizo un ademán y los hombres hebrios sonrieron, respondiendo. - señorita. - Adina lo miró, desde la altura en la que se encontraba, parecía ser demasiado imponente y ella, demasiado frágil. - ¿tienen sitio para uno más?

Y fue así como Adler comenzó a jugar, todos contra Adina. La joven evitaba beber de más aunque resultaba algo imposible porque cuando su copa se terminaba, algún oficial cerca de ella se encargaba de llenarla rápidamente, para que nunca le faltará y no sabía muy bien si es que esos hombres querían debilitarla para aprovecharse de ella, así que cuando comenzó a ver su mano de cartas doble, decidió levantarse y retirarse de forma cortes con todas sus ganancias entre las manos. Caminaba como si fuera la reina del lugar, pavoneando sus caderas y sonriendo, a pesar de que la mayoría de hombres estaban acompañados de alguna fémina, mirarla y contemplar su esplendor era una cuestión obligatoria cuando llegabas al jardín.

Su último cambio de ropa la acompañó mientras con pasos torpes intentaba tomar un lápiz labial. Al mirarse en el espejo, vio la proyección de Adler a su lado y soltó un chillido que sólo resultó audible para los dos jóvenes.

-Me asustaste. - reclamó, colocando la mano en donde estaba ubicado su corazón.

-¿Tan horrendo te parezco? - preguntó el joven, incitando a la muchacha a decir lo contrario.

Ambos sonrieron.

-No deberías de estar aquí. - murmuró dándose la vuelta para mirarlo a los ojos.

-Tu tampoco deberías de estar aquí. - comentó en un susurro cerca de su oído.

Adina seguía mirándolo directamente a los ojos, sabía muy bien que no debía perderse en ese color azul que la tenía completamente loca y con las pocas fuerzas que le quedaban en su sistema intento alejarse, por su bien.

-¿A dónde crees que vas? - preguntó el joven, tomando rápidamente la mano de la muchacha y haciéndola chocar contra su pecho.

Sus narices estaban chocando gracias a la altura extra que le otorgaban sus tacones.

-Me vuelves loco. - musito intentando controlarse él también para evitar atacarla ferozmente con sus labios. - No te pido formar parte de tu vida. - dijo casi en forma de ronroneo. - solo sé que te necesito ahora mismo.

Dicho eso, no dejo ni siquiera la oportunidad para que Adina pudiera responder y atacó sus labios con frenesí.

La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN Where stories live. Discover now